El
piercing consiste en la práctica de
perforar una parte del cuerpo para insertar aretes u otras piezas de joyería,
aunque en muchas ocasiones se excluye la oreja de esa definición. Es una
práctica presente en muchas culturas a lo largo de los siglos, bien por motivos
religiosos o espirituales, o como una forma de modificación corporal. En las
últimas décadas se ha convertido en una práctica muy común y popular, en ambos
géneros, siendo las localizaciones más frecuentes las orejas, boca, nariz,
cejas, pezones y genitales. Se estima que el 50% de la población general lleva
algún tipo de perforación y, si excluimos las orejas, el 34% de los jóvenes
alemanes entre 14 y 24 años llevan un piercing.
Pero
el incremento de la popularidad de los piercings
también conlleva un aumento de las complicaciones que pueden verse en consulta.
Un estudio reveló que el 35% de personas con perforaciones en las orejas y un
30% en cualquier localización presentó alguna complicación asociada. Los
potenciales problemas dependen en parte de la zona perforada e incluyen
infecciones, hematomas, queloides, dermatitis alérgica de contacto,
deformaciones anatómicas y fracturas de piezas dentarias. Dos artículos muy
recientes al respecto, de S. Conte (Cutis, 2023) y de A. Sindoni (Public
Health, 2022), nos han servido para dar un repaso a este tema y que os paso a
resumir a continuación.
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Ya en el quirófano...
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En
general, la oreja, la lengua y la cavidad oral son las localizaciones que
parecen asociarse a una mayor tasa de complicaciones recogidas en la
literatura, siendo las infecciones y el daño tisular las más frecuentes.
Infecciones. Las
infecciones locales son, probablemente, la complicación más frecuente de este
tipo de prácticas. El traumatismo inicial inherente al propio proceso de
perforación, junto con la presencia de un material extraño, son la perfecta
combinación para el desarrollo de infecciones, de ahí que los cuidados de la
herida sean importantes, junto al mismo proceso de perforación, que debe
realizarse con todas las garantías sanitarias. La frecuencia y la gravedad de
las infecciones dependen de la localización anatómica, de las medidas
higiénicas, del método de perforación, del tipo de material y de los cuidados
posteriores. Las zonas con cartílago, como la oreja y la nariz, incrementan la
susceptibilidad de esta complicación y de deformidades posteriores. El
cartílago es una estructura avascular, y de ahí el riesgo más elevado. Las
complicaciones infecciosas se presentan en un 10-30% de los casos, aunque otros
estudios recogen una tasa del 45%.
Complicaciones
sistémicas. Afortunadamente
no son las complicaciones más frecuentes, pero sí las más peligrosas. Incluyen
embolismos sépticos, shock tóxico estafilocócico, sacroileítis séptica,
endocarditis por estafilococo después de piercings nasales o del pezón,
endocarditis por Neisseria después de piercings en la lengua o incluso
meningitis. Además también está descrita la transmisión de hepatitis víricas y
de VIH. Así que de nuevo remarcar la importancia de que estas prácticas se
realicen en un entorno estéril.
Complicaciones
inmuno-mediadas. Un
piercing no deja de ser un material extraño y, por tanto, susceptible de
provocar una respuesta inmunológica. La más frecuentemente descrita es la
dermatitis alérgica de contacto. Evitar los alérgenos, como el níquel y el
cromo, es un detalle a tener en cuenta. Por otra parte, las personas con las
orejas perforadas tienen más tendencia a ser alérgicas al níquel. Actualmente,
el titanio y el acero quirúrgico son los materiales empleados con más frecuencia,
por ser más seguros.
Daño
tisular y problemas locales. Es
un problema frecuente en los piercings localizados en la mucosa oral y lengua,
con destrucción de piezas dentarias, recesión gingival y otras complicaciones
dentales.
Proliferaciones
y cicatrices. Las
más frecuentes, los queloides, sobre todo en los lóbulos de las orejas, tan
complicados de tratar. Otras que se engloban en este apartado son los
granulomas piógenos, granulomas a cuerpo extraño y, más raramente, neoplasias
malignas, como carcinoma basocelular o carcinoma epidermoide.
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El cuerpo del delito
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Lionel
no tuvo una buena idea cuando se le ocurrió perforarse con material "de
los chinos". Y para terminarlo de arreglar, la piel epitelizó por encima y
se le quedó el tornillo dentro, así que no tuvimos más remedio que extirparle
todo ese tejido que había proliferado. En el centro, estaba el tornillo
metálico. Afortunadamente, no hubo que lamentar otras complicaciones y la
cicatriz le quedó bastante disimulada. De la bronca de la madre, no creo que se
recupere.
Iba a poneros un vídeo truculento de piercing extremo, pero mejor este otro de auroras boreales.
Spirits from Nicholas Buer on Vimeo.