31 diciembre 2024

Lo más visto en 2024 en Dermapixel

Como ya he adelantado, en Dermapixel van a cambiar algunas cosas de ahora en adelante (que se resumen en una disminución de la frecuencia de publicación), pero lo que me resisto a cambiar, al menos de momento, es a repasar la estadística de las entradas más visitadas del año para hacer este “Top 5” de fin de año. Y a excepción del repaso de las preguntas del MIR, que siempre se cuela en este ránking, siempre hay sorpresas, así que aquí va:

5. En el quinto puesto, un caso de cuento: la dermatitis cenicienta (o eritema discrómico perstans), un caso pediátrico “prestado” del gran Raúl de Lucas que dio mucho que hablar, ya que aprovechamos para hacer uno de los sorteos del blog que tanto os gustan.

4. En cuarto lugar, otro caso infantil, y es que los casos pediátricos siempre son de los más vistos. Lo titulamos “llagas en la boca ypupas por el cuerpo”, y se trataba de un MIRM, una reacción a una infección por Mycoplasma que tuvo a nuestra pequeña paciente ingresada una semana en la planta de pediatría.


3. La medalla de bronce de este podio dermatológico es un caso de nuestra ya R4 Verónica Fernández Tapia que nos explicaba brillantemente el lupus eritematoso perniótico. Parecen sabañones, pero es un lupus, así que, si os lo queréis repasar, aquí lo tenéis.

2. En segundo lugar, todo un clásico. Como cada año, la revisión de las preguntas de dermatología del examen MIR, gracias a la colaboración de Alejandro Lobato del Hospital del Mar, está entre las entradas más visitadas del año. Este año la cosa iba de queratosis actínicas, carcinomas basocelulares, dermatomiositis, condilomas, sarampión y sarna, cómo no. Por cierto, ya no queda casi nada para el MIR 2025, así que atentos.

1. Y en primer lugar, otro caso prestado, en esta ocasión de mi “uñóloga” preferida, Lourdes Navarro, triplicando el número de visitas del 2º puesto, algo que no deja de ser una anécdota curiosa: un caso de una doble uña del quinto dedo del pie. Que, si bien es superinteresante, es curioso que haya llamado tanto la atención. Y es que las uñas están de moda.

Esto es lo que ha dado de sí 2024. Un año complicado en lo personal y maravilloso en lo profesional. Veremos qué casos dermatológicos nos deparará el 2025. ¡Salud a todos!

Como siempre, nos despedimos con un vídeo que resume las búsquedas en Google de este 2024. Ha sido año olímpico, o sea que hay mucho deporte. Hasta el año que viene (en un ratito...).

28 diciembre 2024

Lo que me han recetado me ha dado alergia

Dámaso no era mi paciente, pero cuando apareció sin cita en la puerta de la consulta ya nos habíamos hecho una reconstrucción mental de los hechos, con una baja probabilidad de equivocarnos. Mientras atendíamos a los pacientes que estaban citados, le explicó a la auxiliar de enfermería que el dermatólogo que le había visitado 10 días antes (compañero que ese día se encontraba en quirófano), le había recetado una crema para tratar unas pequeñas costras apenas perceptibles que tenía en la cara y que, tras varios días de empezar a aplicarla, le había hecho una reacción tremenda. Y que claro, de esta guisa no podía presentarse a la cena de Nochevieja, que ya se había pasado todas las navidades dando explicaciones. Admitía que el dermatólogo le dijo que le haría reacción, pero esto no podía ser normal, seguro que era alergia. Y que a ver qué hacía ahora, a pocos días de tomarse las uvas.



Lo cierto es que la “reacción” era más que evidente y aparatosa, así que le hicimos pasar entre paciente y paciente y pudimos constatar las lesiones que podéis apreciar en las imágenes, en la frente y ambas mejillas, que le ocasionaban picor, escozor e incluso un dolor moderado. En el resto del cuerpo, como era de esperar, no tenía nada y Dámaso presentaba un excelente estado general, no tenía afectación de mucosas ni clínica sistémica. Su esposa, que también entró con él, nos miraba con cara de pocos amigos.

A nuestro compañero le quedaban al menos dos horas de estar en quirófano. ¿Qué hacemos? ¿Podemos solucionar el problema nosotros? ¿Qué le decimos a Dámaso? ¿Es normal lo que le ha pasado? ¿Llegará bien a año nuevo?

De momento os dejo con la intriga hasta el próximo sábado, porque la novedad de 2025 va a consistir en una disminución de la frecuencia de publicación de este blog, tras casi 14 años ininterrumpidos de 2 entradas semanales, para pasar a una sola entrada semanal que se publicará los sábados, así que más o menos tendremos dos casos clínicos al mes. A veces hay que bajar el ritmo para poder seguir adelante, espero que podáis comprenderlo. De todos modos, acudiremos como cada año a la cita de Nochevieja para el resumen de “lo más visto” de 2024, así que atentos el 31.

Con el vídeo de hoy nos teletransportamos a Maldivas, bajo el agua, claro. Ya falta menos para una nueva aventura.

25 diciembre 2024

Hamartoma congénito de músculo liso: los pelos son la pista

No podemos estar seguros al 100%, pero en medicina (y por supuesto, también en dermatología), debemos en ocasiones gestionar la incertidumbre, especialmente cuando las diferentes alternativas diagnósticas no suponen un cambio en el manejo de nuestros pacientes. A día de hoy, seguimos pensando que probablemente, Mauro tenía un hamartoma congénito de músculo liso. Ya os adelanto que no le hicimos una biopsia para comprobarlo, pero el caso de esta semana al menos servirá para repasar esta entidad, rara, pero no tanto.

El hamartoma congénito de músculo liso (HCML) es una proliferación benigna de músculo liso maduro que fue descrito por primera vez en 1969 por Sourreil. Puede desarrollarse a partir del músculo erector del pelo de los folículos pilosos, del músculo dartos en el escroto, de la mamila muscular de la areola o del músculo liso vascular. Aparece esporádicamente, normalmente como una lesión solitaria y no comporta ningún riesgo para el paciente, así que tranquilidad ante todo.

Se cree que el HCML es la consecuencia de un desarrollo aberrante durante la maduración mesodérmica del músculo piloerector. La hipertricosis sería la consecuencia de la estimulación de las células epiteliales de la protuberancia de los folículos a partir de las células dendríticas dérmicas CD34 positivas del hamartoma. Aunque es una condición esporádica, se han descrito algunos casos familiares, lo que podría sugerir también una predisposición genética. Las formas difusas son muy raras y tienen como consecuencia el plegamiento de la piel, como se puede ver en el llamado “bebéMichelin”.

La prevalencia de HCML se estima en 1 de cada 2600 recién nacidos vivos, con una ligera predominancia de varones.

Si hiciéramos una biopsia (cosa que no suele ser necesaria en la mayoría de los casos), veríamos numerosos haces de fibras de músculo liso que se distribuyen de manera anárquica en la dermis reticular, pudiendo en ocasiones alcanzar el tejido celular subcutáneo y entrar en contacto con los folículos pilosos, aunque estos son normales.

Aunque por definición se trata de una condición presente desde el nacimiento, el diagnóstico puede retrasarse bastante, ya que suele ser asintomática y, en ocasiones, no demasiado aparente, aunque algunos pacientes experimentan prurito, dolor o parestesias. La localización más frecuente es la lumbosacra, seguida del resto del tronco y extremidades proximales. El tamaño es variable, pero puede llegar a los 10 cm. Se trata de una placa de color carne o levemente pigmentada, bien delimitada, con hipertricosis en su superficie. La presencia del llamado pseudosigno de Darier, que consiste en la aparición de eritema y endurecimiento de la lesión con piloerección tras la estimulación tras aplicar frío o con el roce, ayuda a realizar el diagnóstico y se observa en más del 50 de los casos. A veces incluso pueden observarse movimientos vermiformes (como si se movieran gusanos, vaya) en la zona afecta debidos a la contracción muscular. Esta sería la presentación clásica, pero también se han descrito otras formas de presentación: la pápulo-folicular, la mixta o formas difusas.

El diagnóstico diferencial suele plantearse con un nevus melanocítico congénito, un nevus de Becker (pero este es adquirido), un mastocitoma solitario, piloleiomioma, mancha café con leche, nevus del tejido conectivo, necrosis grasa del recién nacido, morfea, hamartoma fibroso de la infancia o un angioma en penacho. Además, si se localiza en la línea media de la zona lumbo-sacra también se deben tener presente los disrafismos. Así que en ocasiones sí que será necesaria la realización de una biopsia.

El HCML no precisa tratamiento, ya que es una lesión benigna sin que se hayan descrito casos de malignización. Además, por lo general se tiende a ir atenuando con el paso del tiempo.

En el caso de Mauro nos limitamos a realizar un seguimiento, de momento semestral y seguimos pensando que se trata de un HCML en base a los hallazgos clínicos.

¡Feliz Navidad a todos! Sed felices y hasta el próximo sábado. Aprovechad, porque en 2025 quizá haya alguna novedad en el blog.

Hoy nos vamos a Islandia con este vídeo.

21 diciembre 2024

Un bebé con pelo en la espalda

De un recién nacido te puedes esperar muchas cosas: que llore, que haga pipi, caca, que saque gases por arriba y por abajo, que succione como si no hubiera un mañana… pero lo que no te esperas es que nazca con una zona en la espalda con más vello de lo normal. Eso es lo que pensaban los padres de Mauro, que apenas tenía 48 horas de vida. Y los pediatras debían opinar lo mismo, puesto que hicieron una interconsulta a dermatología antes de dar de alta al bebé que, por otra parte, era fruto de un segundo embarazo y un parto normal a las 40 semanas de gestación y no tenía ningún otro problema de salud, así que la familia ya esperaba el informe de alta para marcharse a casa a empezar una nueva vida con el último miembro de la familia.

Efectivamente, cuando acudimos a valorar al pequeño Mauro, pudimos comprobar que, aparte de un evidente eritema tóxico del recién nacido completamente normal y esperable en un bebé de dos días de vida, tenía además en la región dorsal, una zona de unos 4 cm aproximadamente con vello más denso y grueso, siendo el resto de la exploración física estrictamente normal. En ese momento no podíamos apreciar bien la piel de esa zona porque el eritema tóxico se entremezclaba y no dejaba ver del todo si había o no algo de pigmentación. Como hemos dicho antes, Mauro se encontraba perfectamente y sus padres, ansiosos por llevárselo a casa, aunque un poco intrigados.

¿Qué les decimos? ¿Se pueden ir a casa a pasar la Navidad? ¿O necesitamos hacer alguna prueba antes? ¿Nos preocupamos o podemos ir abriendo los polvorones? El miércoles, aunque sea el día de Navidad, estaremos aquí de nuevo para explicarlo (o en este enlace).

Felices Fiestas a todos. Hoy nos despedimos con música.

18 diciembre 2024

Carcinoma de células de Merkel: lo que sabemos en 2024

El carcinoma de células de Merkel (CCM) es un tumor raro, pero no tanto como para que no le dediquemos un poquito de atención en este blog. Y como que ya hace casi 10 años que hablamos del tema, ha llovido lo suficiente como para darle otro repaso. En esta ocasión resumiremos este artículo de Loren Hernández publicado en 2022 en Dermatologic Therapy y este otro de Daniel Lewis en Dermatology Clinics (2023).

Ya sabemos que el carcinoma de Merkel es un tumor neuroendocrino raro (pero con mala leche), cuya incidencia parece que está aumentando en los últimos 30 años (en 2011 era de 0,79 casos por 100.000 personas y año). Este aumento parece ser debido al envejecimiento de la población y a la fotoexposición crónica, además de que los diagnosticamos mejor. Sabemos también que la radiación UV es un factor de riesgo, que suele presentarse en personas mayores (75 años) y que es más frecuente en fototipos bajos e inmunodeprimidos. Además, es algo más frecuente en hombres.

Pero lo más curioso de este tipo de cáncer de piel es su patogénesis. Es el único cáncer que se desarrolla a partir de dos células germinales según tenga o no relación con el poliomavirus de células de Merkel (MCPyV): los positivos para el virus surgen de los fibroblastos mesodérmicos y los negativos, a partir de los queratinocitos ectodérmicos (en este último caso el daño inducido por la radiación ultravioleta es el que provoca las mutaciones somáticas que explican el tumor). Se explica en el siguiente esquema del artículo de L. Hernández, pero os recomiendo su lectura si tenéis interés.

Patogénesis del CCM. Imagen extraída del artículo de L. Hernández

El CCM se presenta clínicamente como un nódulo o placa no doloroso de crecimiento rápido, a menudo eritematoso o violáceo en áreas fotoexpuestas (cabeza y cuello o extremidades). Puede ulcerarse, aparecer en mucosas y presentarse con múltiples lesiones. El tamaño puede variar bastante, desde lesiones de < 1 cm a > 2 cm. La presentación clásica que se ve en casi el 90% de los pacientes se define con el acrónimo AEIOU (en inglés): Asymptomatic, Expanding < 3 months, Immunosupression, Older age 50, and location on a UV-exposed site.

Para un correcto diagnóstico tendremos que realizar una exploración física completa y una biopsia de la lesión sospechosa, tanto para hematoxilina-eosina como para una inmunohistoquímica completa. Las guías de laAJCC (American Joint Committee on Cancer) nos servirán para realizar el estadiaje del tumor, utilizando la clasificación TNM, actualizada en 2018. La dermatoscopia no es especialmente relevante, pero se han descrito estructuras rosadas lechosas en zonas con desorganización arquitectural y presencia de vasos arboriformes que deben hacer sospechar una lesión maligna.

La histología nos muestra un tumor bien delimitado, no encapsulado, homogéneo. Microscópicamente la lesión es dérmica, constituida por grupos de células redondas, basófilas, monomorfas, con núcleos grandes vesiculosos con cromatina fina y granular (“en sal y pimienta”), siendo frecuente la presencia de áreas necróticas, núcleos picnóticos y mitosis abundantes. La invasión vascular es común, así como un infiltrado inflamatorio prominente alrededor del tumor, formado por linfocitos y células plasmáticas (a veces también intratumoral). Suele existir una zona de separación del tumor con la epidérmis y sólo en el 15% de los casos se observa ulceración. De manera excepcional se han descrito CCM “in situ”, llamados “baby-Merkel”, de mejor pronóstico. Se han descrito diferentes patrones histológicos (trabecular, nodular y difuso), sin implicaciones pronósticas. Hasta en un 15% el CCM se presenta en colisión con otro tumor (el más frecuente es el carcinoma de células escamosas).

Pero para poder realizar un diagnóstico de certeza, al tratarse de un tumor neuroendocrino, deberemos recurrir a la inmunohistoquímica. La mayoría marcan positivamente para citoqueratinas de bajo peso molecular (CK 8, 18, 19 y 20), mientras que las de alto peso molecular (CK7) no se expresan. Así que es útil valorar la expresión de CK20 y CK7, que en el 90% de los casos es positiva la primera y negativa la segunda. La enolasa neuronal específica es muy sensible pero poco específica. La CD56 se expresa en el citoplasma en un 94% de los CMM. El diagnóstico diferencial histológico se debe realizar principalmente con metástasis cutáneas de carcinoma de pulmón de células pequeñas, carcinoma epidermoide poco diferenciado, un linfoma o un melanoma anaplásico de células redondas. El S100 debe ser negativo. La microscopia electrónica ha sido clave para conocer este tumor, pero no se utiliza de rutina. Existen alteraciones citogenéticas en un 30-47% de los CCM, fundamentalmente en el cromosoma 1.

Se calcula que hasta un 13% de pacientes puede presentar metástasis desconocidas en el momento del diagnóstico inicial, por lo que se recomienda realizar estudios de imagen en todos los pacientes antes de la cirugía. El PET-TC es más sensible que el TAC en estos pacientes.

Es importante examinar los ganglios linfáticos. En pacientes con adenopatías palpables o demostradas por técnicas de imagen, se recomienda realizar confirmación histológica mediante PAAF o biopsia ganglionar. Si no hay evidencia de enfermedad ganglionar, entonces la biopsia selectiva de ganglio centinela (BSGC) está indicada, siempre valorando el riesgo/ beneficio y las características del paciente (el 25-30% de los pacientes sin evidencia clínica de afectación linfática tendrán metástasis ganglionares).

Este tipo de tumores son complejos (y muchas veces se dan en pacientes muy frágiles), así que suelen ser tratados en comités multidisciplinares. Las tasas de supervivencia a los 5 años son del 51%, 35% y 14% en función de si la afectación es localizada, ganglionar o metastásica, respectivamente.

Sea como sea, el tratamiento quirúrgico, siempre que sea posible, sigue siendo lo primero a realizar, con un margen de 1-2 cm y llegando a fascia muscular. La linfadenectomía estará indicada cuando se demuestra afectación ganglionar por el tumor.

La radioterapia está indicada en aquellos tumores inoperables o cuando los márgenes quirúrgicos se encuentren afectos y también puede estar indicada en enfermedad localizada, como tratamiento adyuvante después de la cirugía para minimizar el riesgo de recurrencia local.

Antes de la introducción de la inmunoterapia en 2016, la quimioterapia estaba indicada en CCM metastásicos (carboplatino o cisplatino con etopósido, ciclofosfamida con doxorrubicina o epirubicina y vincristina, entre otros), con respuestas entre el 40-70%, pero no duraderas en el tiempo y sin demostrar efectos en la supervivencia global.

El panorama ha cambiado bastante en los últimos años, gracias a los inhibidores de checkpoint inmunológicos (PD-L1), como el avelumab, el primer fármaco para el CCM autorizado por la FDA en 2017. En 2018 pembrolizumab también recibió la aprobación de la FDA para el CCM localmente avanzado o metastásico. Nivolumab es otra terapia dirigida en fase de evaluación, con resultados prometedores, así como ipilimumab. Además, está aumentando el interés por nuevas dianas dirigidas contra la angiogénesis tumoral (pazopanib o cabozantinib), ambos inhibidores de VEGFR-1. Esto no ha hecho más que empezar y quizá veremos tratamientos en un futuro con imatinib, idelalisib, copanlisib, duvelisib y alpelisib (inhibidores de PI3K). Así que estaremos atentos a los avances y seguiremos estudiando para poder ofrecer lo mejor a nuestros pacientes.

En el caso de María Luisa, se confirmó el diagnóstico tras la extirpación completa de la lesión y las técnicas de imagen no mostraron enfermedad ganglionar ni a distancia. Tras valorar el beneficio-riesgo, se decidió no realizar otras intervenciones y la paciente falleció 5 años más tarde debido a complicaciones de sus otras patologías.

Hoy tiramos pal Desierto.

14 diciembre 2024

Una costra en la cara

La hija de María Luisa entra en la consulta empujando la silla de ruedas con su madre. Tiene un deterioro cognitivo y otros problemas de salud, pero en ningún momento pierde la sonrisa. La hija de nuestra paciente está un poco más seria, ya que le preocupa esa especie de costra que, unos meses antes, le salió en la mejilla izquierda de su madre. Apareció de la nada, ya que asegura que previamente no tenía ninguna lesión en esa zona y, de manera progresiva, se iba haciendo más grande. Le sangraba a menudo (no de manera profusa, pero sí manchaba sábanas y ropa) y, cuando la tocabas, se notaba dura por debajo de la piel. El resto de la piel estaba normal.


Imagen dermatoscópica

Mª Luisa tenía 87 años, había trabajado en el campo cuando era joven, era hipertensa, diabética y tenía una insuficiencia cardiaca, además de su problema neurológico que progresaba de manera preocupante. Y ahora lo de la piel, por si no fuera poco. La hija es bastante reacia a hacer procedimientos agresivos, pero también cree que, si esa costra va a más, se puede convertir en un problema, así que finalmente y tras comentarlo con su médico de familia, han decidido traerla al hospital.

Así que ahora nos toca a nosotros. Tampoco queremos importunar en exceso a Mª Luisa, pero algo habrá que hacer, ¿no? ¿Vosotros qué opináis? El miércoles volveremos a estar por aquí y os cuento el desenlace.

Hoy nos vamos a Galápagos, con este documental.

11 diciembre 2024

Impétigo: la complicación más frecuente de la sarna

A veces creo que hablo demasiado de sarna en este blog. Pero cuando estoy pasando consulta me doy cuenta de que quizá debería hablar mucho más sobre el tema. Seguimos con los casos disparados de una enfermedad contagiosa que es un verdadero problema de salud pública y en muchas ocasiones de difícil diagnóstico si no se tiene presente en nuestro algoritmo mental. Así que me vais a permitir el haberos traído un nuevo caso que se suma a la colección, en esta ocasión el de Kevin, que además de sarna tenía un impétigo cuando acudió a la consulta.

Hoy repasamos las complicaciones de la escabiosis a partir de este artículo publicado en 2018 en Dermatology por David J. Chandler, que podéis leer en abierto en este enlace. No profundizaremos demasiado en lo que ya sabemos por otras entradas publicadas en este blog, pero resumiendo, diremos que la sarna es una infección parasitaria de la piel producida por el ácaro Sarcoptes scabiei var. hominis, con más de 200 millones de personas afectadas globalmente, especialmente en regiones tropicales. El ciclo empieza con el ácaro hembra que deposita sus huevos (2-3 por día) en los surcos de la piel, emergiendo las larvas a las 48-72h, que llegan a adultas en 10-14 días, se reproducen y el ciclo del picor se repite. La transmisión se produce por contacto piel con piel, aunque el ácaro es capaz de sobrevivir fuera de su casita humana durante 24-36 horas en condiciones normales de humedad y temperatura (21ºC a 40-80% de humedad). La transmisión indirecta (a través de ropa u otros fómites) sería por lo tanto plausible, pero no se ha podido comprobar experimentalmente, a excepción de la sarna costrosa.

La presentación clínica es conocida por todos: picor intenso y una erupción cutánea con pápulas, nódulos y, en ocasiones, vesículas. El periodo de incubación es de 3 a 6 semanas habitualmente en el caso de infección primaria, pero se acorta muchísimo (1-2 días) si se trata de una reinfestación. La detección de un solo surco es patognomónica y permite el diagnóstico, pero no siempre son sencillos de observar. La distribución más habitual es entre los dedos de las manos, muñecas, axilas, ingles, nalgas, genitales y pechos. En los más pequeños, palmas, plantas y cabeza. Es curioso cómo el ácaro parece evitar las zonas ricas en folículos pilosebáceos. El síntoma principal es, como decíamos, el prurito, que suele ser más intenso por la noche. La hiperinfestación conduce a un cuadro clínico especial y muy contagioso denominado sarna costrosa (o sarna noruega) y que depende del estado inmunitario del paciente, entre otras cosas.

El diagnóstico es clínico y el dermatoscopio, nuestro principal aliado para visualizar los surcos tan característicos, con el signo del ala delta que define la presencia del ácaro. La confirmación parasitológica la tendremos rascando el surco y visualizando al culpable al microscopio óptico (test de Müller), prueba que cada vez realizamos menos en las consultas al consumir más tiempo.

Imagen dermatoscópica de un surco acarino

Pero hoy queríamos centrarnos en hablar de las complicaciones de la sarna, que a veces no tenemos en consideración. El rascado repetido debido al intenso picor provoca una disrupción de la barrera cutánea que puede dar paso a infecciones bacterianas secundarias, siendo el impétigo la más frecuente, ya sea por Streptococcus pyogenes o por Staphylococcus aureus. Parece que además los mismos parásitos se encargan de transportar a esas bacterias dentro de los surcos y que el ácaro produce algunos inhibidores del complemento que facilitan el crecimiento y la supervivencia de S. pyogenes in vitro. Así que parece ser cierto que la escabiosis haría a los pacientes más propensos (independientemente del rascado) al impétigo contagioso, convirtiendo a esas personas en potenciales focos de contagio de dos enfermedades cutáneas. El problema es que el impétigo estreptocócico puede a su vez ser precursor de no pocos cuadros clínicos, que incluyen infecciones más invasivas (incluyendo la sepsis), enfermedades mediadas por toxinas (escarlatina y shock tóxico estreptocócico) y complicaciones autoinmunes (fiebre reumática y glomerulonefritis). Las infecciones por estafilococo tampoco están exentas de morbilidad.

Hoy no nos vamos a dispersar con los aspectos terapéuticos, que ya hemos tratado en varias ocasiones en el blog. Pero vale la pena recordar que ante cualquier caso de sarna deben tratarse todos los convivientes y contactos estrechos, tengan o no síntomas. Y que tampoco debemos tener demasiada prisa en revalorar el éxito terapéutico, ya que los fallos en el tratamiento no deben realizarse hasta haber pasado 6 semanas desde la realización del mismo (teniendo en cuenta que son frecuentes los síntomas asociados a hipersensibilidad). Disponemos de tratamientos tópicos (permetrina, bencil-benzoato y vaselina azufrada) y sistémico (ivermectina oral). También debemos recordar que los tratamientos deben repetirse al cabo de una semana debido a que no son ovicidas. Y quizá próximamente veamos nuevos tratamientos a nuestra disposición (moxidectina a dosis única).

Kevin tenía una sarna (pudimos ver los surcos en los dedos y en las palmas de las manos) y un impétigo estafilocócico (que demostramos mediante cultivo), así que los picores se resolvieron tratando a toda la familia con ivermectina y a nuestro paciente además con cloxacilina oral.

Hoy nos despedimos con jazz.

07 diciembre 2024

Picores y heridas

Kevin tenía 16 años y el diagnóstico de dermatitis atópica tres meses antes le cayó como una losa. Tenía asma y de pequeño había tenido dermatitis, pero todo eso pasó y pensaba que todo eso eran cosas de niños pequeños y que los problemas de piel de los adolescentes se limitaban a los granos de la cara. Así que los picores habían vuelto y además tenía granos en la cara (menos mal que el acné no le picaba).

Pero cuando a Kevin le empezaron a salir heridas en la piel (en el dorso de manos y antebrazos y también en las piernas), viendo que las cremas de cortisona no le funcionaban, sus padres volvieron a consultar y en esta ocasión, su médico lo derivó a la consulta de dermatología. Por suerte, había un hueco al cabo de dos días, así que cuando vino a la consulta pudimos ver unas lesiones eritematosas, algo exudativas, que predominaban en las extremidades, respetando la cabeza. Además, Kevin presentaba excoriaciones por rascado en todo el cuerpo y nos decía que los antihistamínicos no le aliviaban el prurito que arrastraba desde hacía ya más de 5 meses. Curiosamente, su hermana pequeña había empezado con picores hacía poco más de un mes, pero sus padres se encontraban asintomáticos y bastante preocupados.

¿Qué os parecen esas heridas? ¿Tendrán relación con los picores o es otro problema distinto? ¿Os falta información o sois capaces de orientar el diagnóstico? El miércoles estaremos aquí de nuevo con la respuesta.

Os dejo con este vídeo grabado en Visayas (Filipinas). Un sitio espectacular para bucear.

04 diciembre 2024

Liquen plano pigmentoso: la cara oscura del liquen

El liquen plano pigmentoso (LPP) se considera una variante rara del liquen plano que es más frecuente en pacientes de fototipos altos, tanto en zonas expuestas como cubiertas y que posiblemente ya fue descrito en 1935 en la literatura francesa con el nombre de “lichens atypiques ou invisible pigmentogenes” y en el 56 por autores japoneses y ya en 1974 Bhutani lo describió en pacientes indios. Ya en 1992, Vega estableció las diferencias entre la dermatosis cenicienta (de la que ya hemos hablado en este blog) y el LPP. Sin embargo, algunos autores sostienen que ambas entidades coforman un espectro nosológico, así que seguimos sin tener muy claro si estamos hablando o no de la misma enfermedad.

Como ya hemos adelantado, el LPP afecta a pacientes con fototipos oscuros (sobre todo el IV), siendo más común en la India, América latina, Asia y África. Suele presentarse entre la 3ª y 5ª décadas de la vida, pero se ha descrito en pacientes desde los 13 a los 67 años. Es más frecuente en mujeres en casi todos los estudios.

La espalda de Flor, 4 años más tarde

La etiopatogenia, no del todo conocida, se supone similar al liquen plano idiopático, por una alteración en la respuesta inmune celular mediada por linfocitos T, en los que los CD8 reconocen y atacan los queratinocitos epidérmicos, provocando la incontinencia pigmentaria. El LPP se considera una especie de forma “abortiva” del liquen plano, en el que se observa un rápido infiltrado inflamatorio inicial, pero sin la proliferación de queratinocitos compensatoria que se ve en el liquen plano y, finalmente, una rápida regresión del infiltrado, con lo que ya tenemos la melanina en la dermis durante meses o años. La inmunofluorescencia directa es raramente positiva (7-16%). En la India el LPP se ha relacionado con el uso tópico y el consumo de aceite de mostaza que contiene un fotosensibilizante (alil-tiocianato), aceite de amla o henna, entre otros. En Kuwait se ha relacionado con la hepatitis C.

El LPP puede afectar la cara y el cuello, con predilección por las áreas temporales y preauriculares. Las áreas flexurales se afectan en un 20% de los casos (en una variante aún más rara denominada LPP inverso). Es rara la afectación del cuero cabelludo y de las mucosas y no esperamos ver lesiones en palmas, plantas ni en las uñas. Se caracteriza por una distribución simétrica de máculas oscuras, marrón-gris o gris-azuladas, a veces con bordes imprecisos que pueden llegar a coalescer. Es raro observar una primera fase con eritema (que duraría poco tiempo). De manera ocasional puede coexistir con lesiones típicas de liquen plano. Es frecuente que las lesiones sean asintomáticas, pero el prurito está presente en el 27-62% de los pacientes y se considera un marcador de actividad o progresión. Suele ser crónico y progresivo, con remisiones y exacerbaciones. La mayoría de pacientes experimentan una duración de 6 meses a 3 años, pero en realidad el curso clínico es impredecible.

Zona submamaria

Para complicarlo un poco más existen subvariantes clínicas del LPP: el ya comentado LPP inverso o el LPP que sigue las líneas de Blaschko. Puede coexistir con otras variantes de liquen plano, incluso con una alopecia frontal fibrosante. En un estudio mexicano se relacionó con diabetes mellitus tipo 2 en el 38% de los pacientes y con patología tiroidea en el 22%. Otras asociaciones (lupus, vitíligo, etc.) son más anecdóticas.

La histología se caracteriza por una degeneración vacuolar de la membrana basal epidérmica y un infiltrado liquenoide o perivascular linfocitario en la dermis papilar, así como una incontinencia pigmentaria y melanófagos. La hiperqueratosis y la atrofia epidérmica son menos comunes.

Seguramente lo más interesante es el diagnóstico diferencial que plantean estas lesiones, especialmente con el eritema discrómico perstans (dermatosis cenicienta), pero también con la pigmentación macular eruptiva idiopática (en pacientes más jóvenes), la melanosis de Riehl, la ocronosis, el nevus de Hori, la erupción fija medicamentosa, el melasma o la hiperpigmentación postinflamatoria.

Para un adecuado tratamiento primero tendremos que estar seguros del diagnóstico (casi siempre tendremos que realizar una biopsia), identificar comorbilidades si las hubiere y posibles desencadenantes. El tratamiento tópico incluye corticoides tópicos, tacrolimus y cremas despigmentantes (hidroquinona, con o sin retinoides). En ocasiones tendremos que recurrir a tratamiento sistémico, lo que incluye corticoides en pulsos, dapsona o isotretinoína (off-label), en las fases inflamatorias.

Cuando Flor vino a la consulta a revisión después de realizarle una biopsia cutánea en la primera visita, el picor ya había remitido, aunque las lesiones hiperpigmentadas iban a persistir mucho tiempo. En los años siguientes ha ido presentando brotes y remisiones, también en ingles, axilas y extremidades superiores, que en alguna ocasión ha precisado una tanda de prednisona, pero lo que más le preocupa es la aparición de lesiones de liquen plano pilar, con placas de alopecia cicatricial. Si os queréis repasar un poco más a fondo esta entidad, podéis hacerlo con este artículo de J. C. Robles Méndez publicado en 2018 en el International Journal of Dermatology.

Hacía tiempo que Rafa Herrero no publicaba ningún vídeo en su cuenta de Vimeo, siempre es una sorpresa agradable, y más si es de Canarias.

30 noviembre 2024

Unas manchas marrones

Flor había superado un cáncer de endometrio hacía ya 10 años y la hipertensión arterial la mantenía a raya con enalapril y una dieta con poquita sal. Pero cuando se creía que la artrosis era su principal problema de salud le aparecieron unas manchas marrones en la parte baja de la espalda que le picaban muchísimo. Su medicación era la de siempre y no lo relacionaba con nada, así que su médico la remitió a la consulta de dermatología, donde la citaron pocas semanas más tarde.

Cuando visitamos a Flor, de 59 años, las lesiones ya llevaban un mes y medio y, aunque le habían recetado un antihistamínico, el picor era intenso, dificultándole incluso el descanso nocturno. El resto de la piel no tenía nada raro, incluidas las palmas, plantas y las mucosas. Ahora nos toca a nosotros. ¿Qué hacemos? ¿Biopsia o nos atrevemos con un diagnóstico? ¿Y el picor? ¿Cómo lo hacemos para que Flor pueda volver a dormir por las noches? El miércoles volveremos por aquí a explicaros el desenlace.

Hoy nos despedimos desde Tailandia (bueno, ya nos gustaría, es sólo un vídeo).

THAILAND - In the Garden of the Dragon from Justin Heaney on Vimeo.

27 noviembre 2024

Miasis forunculoide: pero, ¿qué mosca te ha picado?

Las miasis cutáneas son un grupo de enfermedades bastante asquerosas (pero que a los dermatólogos nos encantan) que se caracterizan por la infestación de larvas de dípteros (o sea, moscas) en humanos y vertebrados vivos. El término “miasis” fue originalmente propuesto por Hope en 1840, y es que myia en griego quiere decir mosca.

Clínicamente se clasifican según la zona anatómica afectada: cutánea, entérica, oftálmica, nasofaríngea, auricular, oral y urogenital. Pero la más frecuente es la forma cutánea, que a su vez se divide en: miasis foruncular, miasis de heridas y miasis migratoria.

Como habéis podido adivinar, los “granos” de Elvira en realidad se correspondían a una miasis forunculoide, así que hoy nos vamos a centrar en esta forma clínica, que es la más frecuente, a raíz de un caso recientemente publicado en la revista Actas Dermosifiliográficas por los compañeros del Hospital Sant Joan de Déu, Marta Ivars y colaboradores, que además también publicaron las imágenes ecográficas de esta misma paciente en Medicina Clínica. Si queréis profundizar más sobre el tema, os recomiendo este artículo de revisión de la revista americana de T. Mc Graw, y si queréis ver cómo se mueve el bicho, no os perdáis este artículo con vídeo al final, de L. Calderón-Lozano, también en Actas Dermosifiliográficas.

Imagen dermatoscópica. Foto: Marta Ivars

Pero vamos “al grano” y a los bichos que lo provocan. Las especies que suelen producir la miasis forunculoide son Dermatobia hominis (en América Central y del Sur) y Cordylobia anthropophaga (en África). Ambas especies, en su fase larvaria presentan unas espinas radiales en los segmentos anteriores y un espiráculo en el segmento posterior que les permite respirar. Otras especies responsables de este tipo de miasis son Cuterebra sp. (EE.UU este, Ontario, Pacífico noroccidental), Wohlfahrtia vigil (América Norte, Este y Central, Sureste Europa, Rusia, Pakistán) y Wohlfahrtia opaca (América del Norte sur y occidental).

El ciclo vital de D. hominis es complejo. Las hembras adultas depositan los huevos que se adhieren a un artrópodo vector (normalmente un mosquito), el cual, al picar a un mamífero (humano o no) deposita los huevos accidentalmente sobre él (otras especies pueden depositar los huevos directamente sobre el huésped o sobre superficies que entren en contacto con el huésped). Los huevos eclosionan al detectar el calor del huésped y la larva penetra en la piel, creando una cavidad en la que se desarrolla durante las siguientes 5-10 semanas, alimentándose de los tejidos de su víctima y dejando un poro central para poder respirar. Cuando está madura, la larva abandona el huésped, formando una pupa ya en el exterior, que tras un mes eclosiona, saliendo un nuevo espécimen de mosca adulta.

Larva de D. hominis. Fuente: Animalia

La miasis forunculoide por D. hominis (entidad importada habitualmente de América Central y del Sur) se caracteriza por la aparición de un número limitado de lesiones papulosas, frecuentemente precedidas de picaduras de mosquito (que actúa como vector), que aumentan de tamaño durante unas 3 semanas, debido al crecimiento progresivo de la larva a lo largo de 6-12 semanas, que se mantiene estrechamente adherida al huésped mediante varias coronas de ganchos de quitina, llegando a formar nódulos bien delimitados, de aspecto forunculoide, de consistencia firme. En esta fase se puede observar en ocasiones un punto central de color crema que corresponde a los segmentos posteriores o espiráculos respiratorios de la larva. El diagnóstico es clínico y se basa en la visualización del parásito. El diagnóstico diferencial se realiza con los forúnculos, los quistes epidérmicos y los abscesos.

La dermatoscopia en este tipo de lesiones puede ayudar a confirmar el diagnóstico de sospecha, al permitir una visualización del parásito más nítida (los dermatoscopistas más expertos son incluso capaces de diferenciar la especie de larva con la imagen dermatoscópica). Un truco que suele funcionar es mantener el dermatoscopio aplicado sobre la lesión durante varios minutos ya que, al ocluir el orificio respiratorio, esto va a provocar la salida del extremo caudal de la larva buscando aire. La ecografía también puede ser de ayuda, observándose estructuras hiperecoicas con morfología en botella rodeadas de un halo hipoecoico. Tapar el orificio con vaselina durante algunos minutos también permite visualizar a simple vista cómo la larva intenta “salir a tomar aire”.

En el caso de Elvira, procedente de África Occidental, la culpable tenía que ser Cordylobia anthropophaga, la especie de mosca más frecuentemente responsable por esos lares, quien deposita sus huevos en suelo seco o contaminado con excrementos y, una vez eclosionan, las larvas son capaces de penetrar en la piel del huésped y formar las lesiones forunculares.

El tratamiento consiste en la extracción de la larva y en ocasiones es necesaria la ampliación quirúrgica del orificio de salida, pero en la literatura se describen varios métodos de extracción, como la presión simple en la periferia, la tracción con pinzas si la larva aflora a la superficie o la extirpación quirúrgica. La elección de la técnica se basa en el tipo de larva y en su estadio de maduración. Hay que tener en cuenta que, aunque impedir la entrada de aire en el orificio puede sonar bien a priori, en este caso debemos asegurarnos de extraer la larva. De lo contrario, si permitimos que se asfixie y no la retiramos, provocaremos una respuesta inflamatoria y la formación de un granuloma por cuerpo extraño. En la literatura también está descrita la utilización de ivermectina oral en casos de parasitación múltiple o en inmunodeprimidos, pero siempre retirando la larva.

Como complicaciones, la sobreinfección bacteriana es la más frecuente. Aunque en casos de miasis forunculoide la larva no migra del punto de inoculación y no invade tejidos profundos, se han reportado casos de miasis cerebral fatal en niños por penetración a través de las fontanelas abiertas.

Como siempre, la prevención es lo más interesante, recomendándose el uso de repelentes de insectos y ropa de algodón larga y ajustada cuando se viaje a zonas endémicas.

Hoy nos despedimos en Shenzen, el segundo puerto más grande de China y el 4º del mundo. Parece una película futurista.

23 noviembre 2024

Granos viajeros

Elvira tenía sólo 7 añitos, pero desde bien pequeña había acompañado siempre a sus padres en sus viajes por todo el mundo. A sus 7 años tenía más Avios que cualquier ejecutivo de 40. Ya se sabe que viajar te abre la mente, aunque a veces también hace que te salgan granos en el trasero. Hacía dos semanas que habían llegado después de un viaje a Senegal y tanto ella como algún otro miembro de la familia presentaba unos nódulos eritematosos algo indurados que se distribuían de manera asimétrica en los muslos, en el tórax, en las nalgas y en los pies. Con ese antecedente del viaje y como que las lesiones no habían mejorado con una crema antibiótica, el pediatra la remitió a dermatología con preferencia.


Elvira es una niña completamente sana, con el calendario vacunal al día, que aparte de las lesiones que podéis ver en la imagen no tenía ninguna otra sintomatología.

El caso de esta semana nos lo han cedido los compañeros del Servicio de Dermatología del Hospital Sant Joan de Déu en Barcelona, en concreto Javier Gil Lianes (del Hospital Clínic) y Marta Ivars. Hoy no podemos explicar nada más (os toca a vosotros), pero el miércoles os contaré más cositas que quizá os sorprendan (o no).

Hoy nos vamos a Senegal, claro... 

06 noviembre 2024

Del Bowen analógico al Bowen digital

Bueno, la enfermedad de Bowen digital no es más moderna. Simplemente, está localizada en un dedo, una ubicación extraña de este tumor relativamente frecuente en nuestras consultas, que no es más que una manera de referirse a un carcinoma epidermoide intraepitelial, descrita por John Bowen en 1912. Como veremos a continuación, lo malo de que un Bowen afecte a un dedo, especialmente en su zona más distal, es que es muy fácil que lo podamos confundir con otras entidades más frecuentes y banales, pudiendo retrasarse el diagnóstico.

Habitualmente la enfermedad de Bowen suele localizarse en cabeza, cuello y extremidades inferiores, como una placa eritematosa solitaria y a menudo asintomática (aunque en el 10-20% pueden coexistir varias lesiones). Sin embargo, existen múltiples variantes de Bowen: pigmentado, subungueal, palmar, genital, perianal y verrucoso e incluso puede confundirse con un melanoma.

Aspecto de la lesión después de la crioterapia

Por no repetirnos, aquí os dejo el enlace del blog en el que repasábamos esta entidad y aquí este otro en el que nos centramos en las características dermatoscópicas.

Ernesto ya había tenido más de un tumor cutáneo (queratosis actínicas y carcinomas basocelulares), de modo que esos antecedentes, junto a su edad avanzada, nos hicieron pensar que posiblemente lo que veíamos en el dedo era algo más que una simple verruga. De modo que le hicimos una biopsia en esa misma visita y, tras confirmar el diagnóstico de enfermedad de Bowen, le realizamos dos sesiones de crioterapia y una tanda de imiquimod en crema al 5%, con buena respuesta que se mantuvo en el tiempo.

Y con este breve caso dejo el blog en suspensión durante dos semanas, que ya voy necesitando un pequeño descanso. Pero atentos el día 23 en el que volvemos al ataque con un caso pediátrico que seguro os sorprenderá.

Hoy nos despedimos desde Nueva Zelanda, que sigue en mi lista de "sitios a los que quiero ir algún día".

02 noviembre 2024

Una verruga que no se cura

No era la primera vez que atendíamos a Ernesto en la consulta. Y a juzgar por su tipo de piel tan clarito, su edad avanzada y toda una vida expuesto al sol, seguramente no iba a ser la última, porque por lo demás, nuestro paciente gozaba de una salud excelente. 82 años, hipertenso y un historial de queratosis actínicas y algún que otro carcinoma basocelular intervenido. Mientras le estábamos tratando con crioterapia unas queratosis actínicas en la frente, Ernesto nos pidió si le podíamos mirar una “verruga” que tenía en el dedo de la mano. En realidad, llevaba años con ella y no le hacía mucho caso. Tan poco, que se le había olvidado comentarlo en las últimas visitas. En la farmacia le habían recomendado un queratolítico que intentó ponerse religiosamente durante un mes, pero no le hizo nada y terminó dejándolo. Pero hoy se habían alineado los astros, y verruga y dermatólogo se encontraban en el mismo plano espacio-temporal, así que nos tocaba a nosotros pronunciarnos sobre el tema.

En la imagen podéis ver la lesión, localizada en el pulpejo del tercer dedo de la mano derecha, de bordes más o menos bien delimitados, no pigmentada ni ulcerada y centro más hiperqueratósico, de 1 cm de diámetro aproximadamente. La uña no se veía afectada y en el resto de dedos no tenía nada similar.

¿Qué hacemos con Ernesto y su dedo? ¿Os parece una verruga? ¿O será otra cosa? ¿Le damos tratamiento a ver qué pasa? ¿O le hacemos una biopsia?

El miércoles os cuento lo que pasó con este paciente de nuestro compañero, Ignacio Torné, quien amablemente nos ha cedido las imágenes para empezar este mes de noviembre. Hoy nos despedimos desde Escocia.

30 octubre 2024

Eritema tóxico neonatal: cosas de bebés que se curan solas

La lista de dermatosis transitorias neonatales es notable y vale la pena conocer todas esas entidades, ya que pueden causar preocupación a los padres, o incluso confundirse con enfermedades importantes. Seguramente una de las más frecuentes, si no la que más, es el eritema tóxico neonatal, que no será tan tóxico cuando no tiene mayores consecuencias. Podríamos copiar cualquier libro de texto de dermatología pediátrica, pero he encontrado este artículo en la revista Piel publicado por Benigno Monteagudo en 2010 que os paso a resumir a continuación.

Al ser algo tan frecuente ya fue descrito en el siglo XV, pero el término eritema tóxico neonatal (ETN) lo acuñó Leiner en 1912. Su prevalencia es variable según la serie que consultemos, entre el 4 y el 72%, aunque esas discrepancias son debidas al tiempo de seguimiento de los bebés estudiados. Se correlaciona con la edad gestacional y el peso del recién nacido (RN), siendo raro en prematuros o cuando el peso es < 2.500 g. Aunque no hay una clara predilección en cuanto a raza o sexo, algunos estudios sugieren que es más frecuente en niños de piel negra (pero más difícil de apreciar) y en varones. Otros estudios encuentran relación con la edad de la madre (< 30 años) o la estación (verano y otoño). La duración del parto también se ha relacionado con una mayor intensidad de la erupción y tiempo de evolución. Otros factores parecen menos claros.

Eritema tóxico (imágenes de otro paciente a las 48h de vida)

La etiopatogenia no está del todo clara y a lo largo de los años se han propuesto múltiples hipótesis, desde la absorción de enterotoxinas, estímulos térmicos o mecánicos o reacción alérgica a agentes ambientales o transplacentarios, pero parece que se impone la creencia de que se trata de una respuesta inmunitaria frente a la colonización microbiana en los folículos pilosos desde el primer día de vida.

Las manifestaciones clínicas son bastante uniformes. Las lesiones suelen aparecer entre las 24 y 48 horas de vida (sólo un 11% lo hace las primeras 24h y un 25% más a partir del tercer día), pero de manera más excepcional se han descrito casos ya en el nacimiento o incluso a los 10-14 días de vida. Las lesiones persisten, con brotes intermitentes, menos de una semana y se resolverán sin dejar rastro. Pero ojo, que entre 5 y 11 días de la erupción inicial un 11% de los bebés presentarán recurrencias.

Las lesiones pueden afectar cualquier zona del cuerpo a excepción de palmas y plantas, siendo las localizaciones más frecuentes la cara (donde suele empezar), el tronco, las nalgas y la parte proximal de las extremidades. El número de lesiones también es muy variable, desde unas pocas a centenares y se caracterizan por pápulas o pústulas de 1-2 mm sobre una base eritematosa o habonosa irregular de 1 a 3 cm, todo ello asintomático y sin ninguna afectación sistémica. En el 7-15% se asocia a eosinofilia periférica (cuando se hacen analíticas por otros motivos). Esto es lo normal, pero en ocasiones el ETN se presenta de manera atípica, con pústulas generalizadas o localizadas.

Si hiciésemos una biopsia, veríamos pústulas subcórneas o intraepidérmicas, compuestas por eosinófilos en la parte superior del infundíbulo folicular, lo que explica la ausencia de lesiones acrales. En las máculas eritematosas se aprecia un edema dérmico superficial con un infiltrado difuso y perivascular formado por linfocitos, macrófagos, neutrófilos y eosinófilos.

En la mayor parte de los casos el diagnóstico es clínico, pero en los casos más atípicos (congénitos, tardíos, con pústulas generalizadas o en el área genital) está indicada la realización de cultivos bacterianos, fúngicos y víricos del exudado, con serologías e incluso biopsia en determinados casos.

Y es que el diagnóstico diferencial lo realizaremos con otras enfermedades vesículo-pustulosas del recién nacido, incluyendo procesos infecciosos, como el herpes simple, impétigo, varicela y candidiasis, o no infecciosos, como la melanosis pustulosa neonatal transitoria, la miliaria rubra, la acropustulosis infantil, la foliculitis pustulosa eosinofílica y la incontinencia pigmentaria. Hay lactantes que presentan de forma simultánea una ETN y una melanosis pustulosa neonatal transitoria e incluso algunos autores agrupan ambos procesos.

Pero lo más fácil es explicar el tratamiento, que únicamente consiste en tranquilizar a los padres y darles la enhorabuena por el bebé, que fue lo que hicimos con los padres de Natalia.

Hoy terminamos en Kyrgyzstan con un loco de las bicis... no intenten hacerlo en sus casas.

26 octubre 2024

Un bebé con manchas rojas

Se llamaba Natalia y acababa de llegar a este mundo sin grandes contratiempos, salvo los típicos de un parto normal, en el hospital, de una madre primeriza a punto de irse de alta a casa. Pero al bebé le habían salido unas manchas rojas y, aunque el pediatra había pasado y le había asegurado que era algo normal y que se irían solas, la madre de Natalia decidió jugar su mejor baza: pedirle a su amiga dermatóloga, que trabajaba en ese mismo hospital, si podía pasar un momento a “echarle un vistazo al bebé”. La dermatóloga en cuestión no había ido a saludar a la habitación por aquello de no molestar en unos momentos tan íntimos para la familia. De hecho, pensaba que el deseo de toda madre después de parir era un bocata de jamón o una bandeja de sushi. No podía negarse a eso, así que al final de la mañana fue a planta de maternidad con un dermatoscopio en la mano en vez de un ramo de flores.

Foto: J. Francesc Mir-Bonafé

Natalia era un bebé precioso (bueno, todo lo precioso que puede ser un neonato al tercer día después de un parto vaginal), de apariencia sana, que ya había empezado a alimentarse del pecho de su madre, nacida a término con un peso normal. Vamos, que todo era normal, aunque era cierto que tenía unas lesiones eritematosas, con pequeñas pústulas de aspecto superficial, localizadas sobre todo en la espalda, cuello, nalgas y hombros. No parecía que le molestaran ya que no estaba irritable y se la veía tranquila. El resto de exploración era estrictamente normal y la erupción no afectaba palmas ni plantas.

Después de dar la enhorabuena a los padres, tocaba dar el diagnóstico. Y si coincidía con el del pediatra, mejor que mejor. Así que, ¿Qué le decimos a los padres? ¿Que ya pueden irse a casa? ¿Llamamos al pediatra?

Un caso facilito para despedir octubre. El miércoles estaremos aquí de nuevo con la respuesta. Hoy nos vamos a Islandia, que ya va refrescando.

23 octubre 2024

¿Por qué te pica el liquen simple crónico?

Porque te rascas. ¡Hala! Si hoy tenéis poco tiempo, podéis dejar de leer y hasta el próximo sábado. Pero si os “pica” la curiosidad, hoy vamos a repasar un reciente artículo publicado en Acta Dermato Venereologica (2022) por Teresa Ju y colaboradores que intenta entender el origen del prurito en esta entidad que tan mala vida da a quienes la padecen.

Y es que de liquen simple crónico (LSC) no se muere nadie, aunque el picor puede llegar a ser tan insoportable que se le quitan las ganas de vivir a más de uno. Y sí, cuanto más rascas, más te pica, lo que además conlleva una disrupción de la barrera cutánea, una disfunción sensorial, el empeoramiento de las lesiones, pero también la posibilidad de sobreinfección y, más raramente, malignización.

No es la primera vez que hablamos aquí de esta entidad (lo podéis repasar en este enlace, o en este otro), pero por centrar un poco el tema, el LSC es un trastorno cutáneo localizado que se caracteriza por placas liquenificadas y excoriadas, de coloración variable, desde rojo, rosa o marrón. En casos crónicos pueden convertirse en placas hipopigmentadas con bordes más oscuros y están localizadas en zonas específicas (1 o varias placas) que suelen ser accesibles (a diferencia del prurigo nodular, en el que las lesiones se encuentran más diseminadas).

Un mes más tarde

Es una enfermedad prevalente, que afecta aproximadamente a un 12% de la población en algún momento, especialmente en edades medias de la vida, entre los 30 y 50 años. Las mujeres ganan esta batalla con una ratio 2:1 de afectación respecto a los hombres. Curiosamente, en Asia es aún más frecuente, en personas mayores. Parece que el tener antecedentes familiares o personales de atopia te hace más susceptible y un 20-90% de personas con LSC refieren ese antecedente. Los desencadenantes psicosociales y el estrés también se relacionan (con los “nervios” todo pica más) y, escarbando un poco, es frecuente que salgan a la luz historias de ansiedad y depresión.

No deja de ser curioso que el picor del LSC se describe en muchas ocasiones como “placentero”, cosa que también sucede con el picor de la notalgia parestésica. No me malinterpretéis. Los pacientes lo pasan realmente mal, pero en ocasiones existe cierta sensación placentera que se obtiene con el rascado. Es complicado de explicar.

Pero lo que es verdaderamente difícil de explicar es la fisiopatología de esta entidad, que siempre se ha descrito como un proceso crónico a resultas de factores ambientales o secundario a otras dermatosis que producen prurito, con el consiguiente rascado que conduce a perpetuar ese ciclo de picor-rascado. Las moléculas “pruritogénicas” se unen a sus respectivos receptores en las fibras C, lo que produce activación neuronal y transmisión de la señal de picor al sistema nervioso central. En general, el prurito se clasifica en histaminérgico (a menudo asociado al prurito agudo) y no histaminérgico (a menudo relacionado con el prurito crónico) y cada uno tiene sus propias vías neuronales. Los pruritógenos implicados en el LSC aún no se han identificado del todo, pero su naturaleza crónica hace pensar que sea principalmente no histaminérgico, por la unión a los receptores acoplados a proteína G y/o canales iónicos, especialmente los TPR (transient receptor potential channels), los cuales pueden responder a la capsaicina y a la temperatura. Dos canales iónicos permeables al calcio que se expresan en las fibras nerviosas, el TRPV1 (transient receptor potential vanilloid 1) y TRPA1 (ankyrin-1) parece que juegan un importante papel en la interacción con los pruritógenos y los estímulos nociceptivos, en el picor mediado por células T inducido por IL-31. Los TRPV3 son canales sensibles a la temperatura que se expresan en los queratinocitos y que se asocian a la vía de señalización del picor vía PAR-2 (protease activated receptor 2). Ambos son importantes también en el picor de la dermatitis atópica. Pero además, en el LSC también se han implicado interacciones neuroinmunes, a través de la liberación de nerotrofinas y neuropéptidos a partir de las células del sistema inmunitario.

Lo que es más fácil de entender es que el rascado intenso alivia, de manera temporal, la desagradable sensación de picor, pero esto se debe a la activación de las fibras sensoriales del dolor que inhiben el prurito a nivel de la médula espinal. Lo malo es que el rascado continuado conduce al daño epitelial, con la liberación de citoquinas, proteasas y péptidos antimicrobianos, que activan las células inmunitarias y estimulan toda las neuronas sensoriales y las vías mencionadas anteriormente. Y ya tenemos el círculo vicioso.

Un mes después de la primera visita
Madre mía, cuánta teoría. Todo eso está muy bien, pero, ¿Cómo lo diagnosticamos? Pues de entrada, con una buena anamnesis y exploración física, para excluir otras dermatosis primarias. La biopsia puede ser necesaria en algunos casos y nos puede ayudar a diferenciar el cuadro de un liquen plano hipertrófico, una placa de psoriasis, un carcinoma de células escamosas o una micosis fungoides. La intensidad del prurito se puede medir con escalas subjetivas.

Pero seguramente lo más interesante sea el tratamiento, que puede ser todo un reto. Y aunque la fisiopatología ha avanzado un poco en estos últimos años, las opciones terapéuticas quizá no tanto como nos gustaría. En resumen, se trata de identificar y tratar la patología subyacente (si es que existe), reparar la barrera cutánea, reducir la inflamación y romper el ciclo prurito-rascado.

Para reparar esa barrera cutánea y reducir la exposición de las terminaciones nerviosas, debemos recomendar con la insistencia de una madre evitar cualquier factor desencadenante, como calor, irritantes, etc. Las cremas hidratantes con ceramidas, de pH ligeramente ácido, con algún componente más “terapéutico”, como polidocanol y otros, pueden ayudar. En la fase aguda los queratolíticos no se recomiendan de entrada. Para reducir la inflamación, nuestros amigos los corticoides, de elevada potencia si queremos que funcionen, son el tratamiento de primera línea, y en muchas ocasiones los recomendaremos en oclusión, en cortos periodos de tiempo. Y cuando pase un poco lo peor, se puede considerar un mantenimiento con inhibidores tópicos de la calcineurina, como tacrolimus o pimecrolimus.

La oclusión en estos casos tiene una doble intencionalidad: la de aumentar la potencia del tratamiento tópico, pero también evitar el rascado al poner una barrera física, ayudando así a romper el círculo vicioso. Otras alternativas descritas como posibles tratamientos son la doxepina tópica, e incluso una mezcla analgésica llamada KAL (ketamina-amitriptilina-lidocaína) en una base lipofílica, de la que no tengo ninguna experiencia (y sí bastantes dudas de que pudiera conseguirse fácilmente). En casos más extremos se han propuesto incluso antidepresivos, ciclosporina, metotrexato, anti-IL13 e inhibidores de JAK, que también se utilizan en la dermatitis atópica (aunque todos estos tratamientos serían off-label).

A Thais le realizamos una biopsia que nos confirmó nuestro diagnóstico de sospecha y en ese mismo momento le pautamos clobetasol en oclusión, una tanda de antihistamínicos orales y muchísima hidratación al iniciar la mejoría. ¡Y vaya si mejoró! Un mes más tarde esas piernas parecían otras. Menos mal…

El vídeo de hoy va de árboles, bosques y eternidad.