14 junio 2025

Manchas rojas en brazos y piernas

Nora es una mujer de 70 años, sin antecedentes relevantes más allá de problemas derivados de un daño solar crónico que la han hecho pasar varias veces por el quirófano (por un carcinoma escamoso en la pierna y un carcinoma basocelular en la cara), además de ser paciente habitual de la consulta de dermatología por queratosis actínicas. Más allá de su piel, se considera una persona sana, que no padece otras enfermedades y ni siquiera toma ningún tipo de medicación de manera habitual.


Curiosamente, pese a haber visitado a varios dermatólogos, nunca había consultado por unas manchas rojas que le empezaron hace unos 30 años en el dorso de ambos pies y piernas y que, desde hace 20, también le aparecieron en el dorso de las extremidades superiores. Como que no le ocasionan ninguna molestia no se le había ocurrido preguntar, pero hoy está en la consulta de la Dra. Mª Asun Arregui Murua, adjunta en el Servicio de Dermatología del Hospital Universitario Donostia, así que aprovecha para, después de la revisión, preguntarle por esas manchas tan curiosas, que en realidad corresponden a telangiectasias en las localizaciones mencionadas, que podéis apreciar en las imágenes.

La Dra. Arregui tiene una idea bastante clara del diagnóstico. ¿Y vosotros? ¿Haríais alguna prueba? ¿Hay que hacer tratamiento o no es necesario? El próximo sábado volvemos al ataque y os cuento. Y ya de paso, agradecer a Asun Arregui su generosidad al compartir este caso que seguro nos hace aprender a todos.

Y si aún no habéis ido a San Sebastián (uno de mis destinos favoritos), ya estáis tardando.

07 junio 2025

Acné por B12: de granos y vitaminas

El acné inducido por fármacos es una entidad especial que realmente se asemeja bastante a un acné, pero tiene unas particularidades clínicas e histológicas que vale la pena conocer para poder solucionar el problema al paciente y evitar tratamientos innecesarios. Los casos más antiguos datan de 1928, cuando se describieron lesiones acneiformes en relación al uso de hidrocarburos clorados.

Pero la lista es larga (y cada vez más), de modo que, para resumir, y siguiendo el esquema de este interesante artículo de J. Kazandjieva publicado en 2017 en Clinics in Dermatology, establecen tres categorías en función de que la relación esté más o menos establecida en la literatura, a saber:

  • Fármacos con relación causal bien establecida: corticoides (sistémicos, inhalados o incluso tópicos), anabolizantes, testosterona, isoniazida, halogenados (yoduros, cloruros, bromuros), antineoplásicos (inhibidores de EGFR, BRAF y MEK), sales de litio. Aunque no lo menciona el artículo, yo metería aquí los inhibidores de JAK.
  • Fármacos con evidencia, pero no tan robusta: ciclosporina A, tacrolimus, sirolimus, vitamina B12, vitamina D, fenobarbital, disulfiram, azatioprina, quinidina, amoxapina, anti-TNFα, tetraetiltiuram, tiouracilo, amineptina.
  • Fármacos asociados de manera ocasional con acné: vitamina B6, vitamina B1, PUVA, propiltiouracilo, inhibidores de VEGF, voriconazol, dactinomicina, rifampicina, etambutol, sertralina, dantroleno.

Pues sí que es larga la lista, así que no debe ser tan fácil, con tanto medicamento de por medio, saber cuándo atribuir un acné a un fármaco determinado (bueno, con los que están en el primer apartado, pero en muchas ocasiones lo difícil es saber que el paciente lo está tomando, sobre todo con los halogenados y anabolizantes.

Basilio, en la primera visita

Pero hay una serie de características clínicas que nos pueden hacer sospechar. Así, en el acné vulgar no existirá el antecedente de medicamentos (parece una obviedad, pero hay que preguntar), el inicio ya sabemos que típicamente se produce en la adolescencia (aunque existe el acné del adulto, sobre todo en mujeres), se localiza en la cara y/o tronco, las lesiones son polimorfas (comedones, pápulas, pústulas, nódulos y quistes), suelen responder a la terapia convencional y el pronóstico suele ser favorable, aunque la respuesta al tratamiento puede ser lenta. En cambio, en el acné inducido por fármacos podremos recoger (a veces con técnicas detectivescas) el antecedente de exposición al medicamento causal, el inicio es súbito y a cualquier edad, suele salir en cara y cuello pero también en localizaciones más inusuales, fuera de las áreas seborreicas, las lesiones son monomorfas (pápulas inflamatorias o pápulo-pústulas, pero sin comedones, al menos no en las lesiones primarias), son resistentes a los tratamientos convencionales y las lesiones remiten al suspender el medicamento responsable.

¿Y que pasa con la vitamina B12? En realidad, existen pocos estudios que hablan de la relación entre las vitaminas B6 y B12 y la inducción o exacerbación del acné. Este problema se ha descrito especialmente con dosis altas de B12 (5-10 mg/semana) y no parece que la dosis tenga relación en el caso de la B6. Está documentado en el caso de la B12 tanto por vía oral como intramuscular, con una latencia media de 2 semanas desde el inicio del tratamiento hasta la aparición de las lesiones. El mecanismo exacto se desconoce, aunque algunos autores piensan que la excreción prolongada de B12 podría provocar una irritación del epitelio folicular, conduciendo a una reacción inflamatoria. Además, el sorbitol o yoduro presentes en algunas ampollas de B12 podrían estar implicados en la patogénesis. Clínicamente los pacientes presentan pápulas foliculares diseminadas o pápulo-pústulas faciales, especialmente en la frente y mentón, pero también en la zona alta de la espalda y brazos. Aunque esta erupción es resistente a los tratamientos convencionales del acné, las lesiones remiten a los 8-10 días después de suspender la vitamina B. Evidentemente, el problema surge cuando esa no es una opción válida, y entonces tendremos que probar con otras formulaciones. En el caso de Basilio, mejoró tras cambiarle la medicación a la vía oral.

¡Hasta el próximo sábado! Hoy nos despedimos con este vídeo larguísimo de Los Alpes, para ponerlo mientras hacéis la siesta.

31 mayo 2025

¿Granos o alergia?

Basilio tiene demasiados años para tener granos, o al menos eso nos dice nada más entrar a la consulta de dermatología. Bueno, 65 tampoco son tantos, y no es que no tenga otros problemas de salud. Hace dos años le tuvieron que hacer una gastrectomía, pero se recuperó sin problemas. Además, ya está jubilado y ahora tiene más tiempo libre, que dedica a sus nietos.

Cuando lo exploramos podemos apreciar unas lesiones papulares eritematosas, con alguna pústula y descamación superficial en la frente y también en las mejillas. El examen directo buscando Demodex es negativo y en el resto del cuerpo no hay nada a destacar. Basilio está convencido de que estos granos tienen relación con la vitamina B12 que tiene que pincharse cada dos semanas desde que le quitaron el estómago, porque empeoran y le pican cada vez que se pincha. Y aparte de vitamina D y hierro, tampoco toma otros medicamentos. No le han dado ningún tratamiento ni se ha puesto cremas, así que ahora nos toca a nosotros.

¿Qué hacemos con Basilio? ¿Las vitaminas pueden provocar problemas en la piel? Os dejo pensando y el sábado que viene volveremos a estar aquí con la respuesta.

Hoy os dejo este mini documental sobre las mantelinas en Canarias, unos seres maravillosos de los que también podemos disfrutar (aunque de manera más excepcional) en las Baleares.

24 mayo 2025

¿Existe el chemsex seguro?

El término chemsex, de origen británico, surge de la fusión de las palabras chems (químicos, en alusión a las drogas) y sex (sexo). Es un tipo muy particular de consumo de sustancias, originalmente vinculado a la cultura sexual gay, que se caracteriza por largas sesiones de sexo entre hombres (pueden prolongarse horas o días) bajo la influencia de sustancias (metanfetamina, mefedrona, GHB, etc.) tomadas previamente y/o durante la sesión sexual. El uso de drogas durante las relaciones sexuales no es un fenómeno nuevo. Lo que ha cambiado en los últimos años son el tipo de sustancias consumidas y el contexto en el que se utilizan. Mientras que una orgía no implica necesariamente el consumo de drogas, la idea de “sesión” pone especial énfasis en la prolongación de las relaciones sexuales en el tiempo mediante el uso de determinadas sustancias.

Y aunque desde la mayoría de colectivos LGTBI+ se proponen recomendaciones para realizar este tipo de actividades de manera segura, bajo mi punto de vista el título del post de esta semana no es más que un oxímoron, ya que el uso de este tipo de sustancias siempre va a hacer bajar la guardia y perder el control. Pero hoy no estamos aquí para juzgar, sino para explicar una complicación concreta de este tipo de sesiones, aunque primero vamos a dar un poquito más de contexto.

Aunque podemos oír hablar de “chemsex”, en España se utilizan términos de argot, como chill, sesión, colocón, fiesta, vicio, etc. Lo más habitual es que tenga lugar en casas particulares, pero también se puede dar en saunas, clubes de sexo, locales privados, cuartos oscuros, zonas de cruising, etc. Entre las sustancias que se consumen con más frecuencia en estas sesiones están el GHB/GBL (g, éxtasis líquido, chorri, potes), mefedrona (mefe, miau-miau, sales de baño, comida para cactus), cocaína (coca, farlopa, tema, C), nitrito de amilo o butilo (poppers), metanfetamina (tina, crystal meth), ketamina (K, keta, vitamina K, Special K), anfetamina (speed), MDMA (éxtasis, eme, cristal). Se administran por vías muy variadas, según la droga (oral, esnifada, inhalada, fumada, rectal, intravenosa, intramuscular…) y también es habitual el uso de varias sustancias en una misma sesión. El consumo inyectado es minoritario, pero es el que presenta mayores riesgos para la salud y se conoce como slam, slamsex o slamming. Consumidas en ese contexto, los efectos de estas sustancias hacen que la persona se sienta completamente excitada, eufórica y desinhibida, pudiendo presentar dificultades para establecer límites, rechazar parejas sexuales o abandonar la propia sesión, generando dinámicas que conducen a prácticas (sexuales y de consumo) de alto riesgo.

Cicatrices atróficas tras curación de las lesiones

La mefedrona es una droga de síntesis derivada de las catinonas y es una de las alternativas más utilizadas a otras psicoestimulantes, como la cocaína o el MDMA. Puede administrarse por vía oral, intranasal o intravenosa. Por vía intravenosa los efectos máximos se alcanzan en 5-10 minutos y duran unos 15-20 minutos y, por su corta duración y rápida tolerancia, se suelen consumir dosis sucesivas de manera compulsiva, llegando a inyectarse hasta 10 veces en una sola sesión.

A estas alturas del post ya os podéis imaginar que Norberto, nuestro paciente, había sufrido complicaciones tras haberse inyectado mefedrona en una sesión de slam. Respecto al tratamiento, una vez se tuvo claro el diagnóstico (se le realizó una biopsia cutánea en la que se observó una fibrosis superficial y una reacción gigantocelular a cuerpo extraño en la unión entre la dermis y el tejido celular subcutáneo, sin vasculitis ni trombos intravasculares), siendo las técnicas para microorganismos y la inmunofluorescencia negativas. Las lesiones se resolvieron tras tratamiento tópico con betametasona combinada con gentamicina, pero quedaron cicatrices residuales deprimidas, como podéis observar en la imagen.

Norberto negó el consumo de otras drogas y desconocían si la mefedrona estaba adulterada. Las lesiones habían aparecido en la primera semana en los sitios de inyección.

La casuística de complicaciones cutáneas por la inyección de mefedrona es más bien escasa y fue en 2018 cuando se publicó el primer caso de un paciente con necrosis en el pulpejo de un dedo de la mano tras la inyección intraarterial por accidente. También se han descrito casos de púrpura retiforme y otro paciente con úlceras crónicas. El caso que nos ocupa ha sido recientemente publicado en Actas Dermo-Sifiliográficas junto a otros dos por los compañeros del Hospital Universitario Rey Juan Carlos de Móstoles, Nelly Román Mendoza y Rocío Muñoz Martínez y del Hospital Universitario Infanta Elena de Valdemoro, Inés Gonzalo González y Fco. Javier Vicente Martín. Como siempre, gracias por compartirlos en el blog.

El diagnóstico es sencillo cuando el paciente nos explica la situación. En el diagnóstico diferencial se incluyen complicaciones descritas con otras drogas. Por ejemplo, el consumo de cocaína-levamisol se asocia a lesiones destructivas de la línea media facial, complicaciones autoinmunes (vasculitis leucocitoclástica, púrpura retiforme o dermatosis neutrofílicas). En los puntos de inyección se pueden producir complicaciones infecciosas (abscesos, celulitis, tromboflebitis) y no infecciosas (úlceras crónicas, esclerosis). El mecanismo por el que se produce la necrosis no está claro y seguramente es multifactorial, por vasoespasmo, embolismo de la sustancia, vasculopatía trombótica o vasculitis.

Los autores concluyen diciendo que es posible que las complicaciones de este tipo de situaciones estén infradiagnosticadas, en parte por desconocimiento de los propios médicos y, en algunos casos, a la omisión de información por parte de los pacientes, por el miedo al estigma y a sentirse juzgados.

17 mayo 2025

Sexo, drogas y úlceras

Norberto es un paciente de 30 años que nos derivan desde Medicina Interna por unas extrañas úlceras en el antebrazo izquierdo, que no lo son tanto cuando nos explica su historia: infección por VIH en tratamiento, hepatitis B pasada y una sífilis secundaria, Norberto practica sexo con hombres en sesiones en las que realiza slamsex, o sea, chemsex con uso de drogas intravenosas. En concreto, mefedrona.

Así que Norberto tiene una ligera idea de qué es lo que le ha producido las lesiones, pero se ha asustado un poco al no curarse en un mes y además le duelen, motivo por el cual finalmente ha decidido consultar, para ver si le podemos dar algún tratamiento.

Aunque las fotos no son de mucha calidad, podemos apreciar en la de la izquierda dos úlceras redondeadas de 1 y 1,5 cm de diámetro, con los bordes eritemato-violáceos, que evolucionan a la formación de costras negras, junto con máculas violáceas de menos de 5 mm en ambos antebrazos (en la foto de la derecha).

Y hasta aquí el caso de esta semana, que en esta ocasión nos han cedido los compañeros del Hospital Universitario Rey Juan Carlos de Móstoles, Nelly Román Mendoza y Rocío Muñoz Martínez y del Hospital Universitario Infanta Elena de Valdemoro, Inés Gonzalo González y Fco. Javier Vicente Martín. La respuesta, en este enlace.

Y si después de esto os habéis quedado con más ganas de emociones fuertes, os dejo con este vídeo que, aunque promocional de una cámara de acción, contiene unas imágenes espectaculares.

10 mayo 2025

Orf: el virus que vino del ovino

El virus del orf es un miembro de la familia Poxviridae, del género Parapoxvirus, muy contagioso entre animales y de distribución mundial, que infecta principalmente ovejas y cabras y que produce una zoonosis que se denomina ectima contagioso (aunque casi siempre se denomina orf), una zoonosis ocupacional que afecta principalmente a veterinarios, pastores y carniceros que están en contacto con estos animales. Otros virus de la familia poxvirus pueden provocar una clínica idéntica e indistinguible en los humanos a partir de los respectivos reservorios (como el nódulo del ordeñador, del ganado bovino).

El caso de nuestra carnicera Humbelina nos lo ha cedido amablemente el Dr. Pablo López Sanz, adjunto de dermatología en el Hospital de Reus y publicado recientemente en Actas Dermo-Sifiliográficas. En este caso se realizó una biopsia cutánea, observándose una dermatitis perivascular superficial y profunda, con abundantes eosinófilos, siendo la muestra que se remitió a microbiología negativa para bacterias, micobacterias y hongos. La lesión se resolvió a las tres semanas sin ningún tratamiento y sin dejar cicatriz residual, pero nos sirve para repasar esta enfermedad ocupacional, quizá no tan rara como podáis pensar y posiblemente más conocida entre ganaderos y veterinarios que entre médicos. Si queréis ampliar la información, aquí os dejo otro artículo de H. Thompson publicado en la revista Cutis en 2022 con 5 casos y una revisión de la literatura.

La mano de Humbelina, el día de la primera visita

Como decíamos el orf es una infección viral zoonótica, altamente contagiosa, pero autolimitada, que se puede presentar en personas que están en contacto con ganado ovino. Además de ectima contagioso, también se la conoce como dermatitis infecciosa pustular. El virus del orf es un virus de ADN con características epiteliotrópicas. El contagio se ve favorecido por la pérdida de integridad cutánea y función barrera de la piel, nada infrecuente en estas profesiones (basta cualquier pequeña grieta, herida o abrasión) y la transmisión se produce por contacto directo con una cabra u oveja infectada (viva o muerta), que suelen exhibir unas llagas costrosas alrededor de la boca (o también en las piernas o en las ubres). La infección también se puede transmitir a partir de fómites contaminados (cuchillos, baldes, etc.). Además, el virus es resistente al secado y a la congelación y puede permanecer viable durante meses o años. La autoinoculación y la transmisión entre humanos es muy rara, afortunadamente.

En personas inmunocompetentes el orf se presenta típicamente como una lesión asintomática (de 1 cm de diámetro más o menos) en el dorso de las manos o dedos que va cambiando de aspecto en poco tiempo. Puede presentarse como lesiones múltiples y, de manera menos frecuente, en otras localizaciones, como la cabeza o axilas, después de un periodo de incubación de 3 a 7 días después de la inoculación, progresando a partir de entonces en 6 estadios clínicos en un curso de 6 a 8 semanas, para posteriormente curarse sin necesidad de ningún tratamiento. La duración de cada fase es de alrededor de una semana y las enumeramos a continuación:

  • Estadio máculo-papular (pápula eritematosa solitaria).
  • Estadio dianiforme (pápula o nódulo gris-blanquecino, con centro necrótico y un halo periférico eritematoso).
  • Estadio nodular agudo exudativo (también lo llaman “llorón”).
  • Estadio regenerativo nodular seco (pápula o nódulo firme, costroso).
  • Estadio papilomatoso (pápula o nódulo con superficie papilomatosa).
  • Estadio de regresión (lesión que va disminuyendo de tamaño y se resuelve, habitualmente sin cicatriz residual).

Raramente se puede observar fiebre, malestar general o adenopatías acompañando a la lesión cutánea.

Ahora bien, en pacientes inmunocomprometidos (especialmente en aquellos con disfunción congénita o adquirida de las células T), la cosa se puede complicar un poco más, con lesiones atípicas, dolorosas, de gran tamaño y más persistentes.

Las potenciales complicaciones del orf incluyen sobreinfección bacteriana y linfangitis. Además, ocasionalmente puede inducir reacciones inmunológicas secundarias, como eritema multiforme, erupciones pápulo-vesiculares, reacciones ide y enfermedades ampollares autoinmunes, ya que los anticuerpos anti-laminina 332 pueden jugar un papel en este último caso.

Si realizamos una biopsia (aunque no siempre es necesario), los hallazgos microscópicos van a depender del estadio clínico en el que nos encontremos. Por resumir, podemos observar paraqueratosis, hiperplasia epidérmica irregular, degeneración baloniforme de queratinocitos, vesiculación intraepidérmica, inclusiones intracitoplasmáticas e intranucleares con queratinocitos vacuolados, aumento de la vascularización dérmica, edema dérmico papilar y un infiltrado inflamatorio mixto.

Para realizar el diagnóstico es suficiente con la sospecha clínica y los hallazgos de la exploración física, en un contexto epidemiológico adecuado. O sea, que a partir de ahora los lectores del blog juegan con ventaja. Cuando tenemos dudas, una biopsia o test molecular (PCR) nos puede ayudar a confirmar el diagnóstico.

El diagnóstico diferencial puede ser bastante amplio, pero ante lesiones con ese aspecto en pacientes en contacto con animales, sobre todo deberemos descartar el llamado nódulo del ordeñador (pseudoviruela del ganado vacuno o paravaccinia, indistinguible del orf pero que es transmitida por vacas) y el ántrax cutáneo (enfermedad bacteriana producida por Bacillus anthracis, también a partir de contacto con carne o animales infectados). Otras entidades que pueden dar lesiones parecidas son el sealpox (focas), yatapoxvirus (monos y babuinos), molusco gigante, micobacterias atípicas, leishmania cutánea, herpes simple, granuloma piógeno, tularemia, esporotricosis, queratoacantoma y algunas más.

El tratamiento no es necesario si tenemos claro el diagnóstico, ya que la resolución espontánea es la norma, aunque se pueden recomendar antisépticos tópicos para minimizar el riesgo de sobreinfección bacteriana. En pacientes inmunocomprometidos sí que puede ser necesario intervenir, aunque no queda clara cuál es la mejor alternativa terapéutica y en la literatura se han publicado casos tratados con crioterapia, electrocoagulación, curetaje, imiquimod, inyecciones intralesionales de interferón o cidofovir tópico.

La reinfección puede ocurrir, ya que no deja inmunidad, aunque en estos casos las lesiones suelen ser más pequeñas y se resuelven antes. La utilización de guantes cuando se trata con animales infectados reduce el riesgo de transmisión. Las vacunas existen para su uso en animales y son parcialmente efectivas, pero no se utilizan en humanos.

Nos despedimos hasta la semana que viene, terminando ya nuestro Congreso Nacional en Valencia, no sin antes agradecer al Pablo López Sanz el haber compartido este interesante caso con todos nosotros. Tranquilos, que 7 días pasan en un pis-pas. Y si no, echadle un ojo al siguiente vídeo. 

03 mayo 2025

Una carnicera en apuros

Humbelina tenía el mejor puesto de carne del mercado, especializada en carne ovina. Lo que no tenía era tiempo para ir al médico, ya que el trabajo apremiaba, pero hacía una semana le había empezado a salir una cosa muy rara en la mano que le picaba ligeramente. No tenía fiebre ni recordaba haberse hecho ninguna herida en esa zona, pero le había crecido tan rápido y tenía tan mal aspecto que finalmente había acudido a urgencias del hospital y, de ahí, a la consulta del dermatólogo.

Se trataba, como se puede apreciar en la imagen, de una lesión placa eritemato-edematosa de 3 cm, de características inflamatorias y bien delimitada, discretamente infiltrada al tacto, con áreas ampollosas en el centro, en la cara lateral cubital de la mano izquierda, de crecimiento rápido y discretamente pruriginosa, sin otra sintomatología asociada. A la exploración también se palpaban adenopatías axilares izquierdas de pequeño tamaño, no dolorosas. Humbelina es una mujer de 52 años, sana, sin alergias y que no toma ningún medicamento de manera habitual.

Hay que reconocer que el aspecto es bastante preocupante, así que tendremos que hacer algo con Humbelina. ¿Qué os parece? ¿Haríais alguna prueba en esta primera visita o le damos directamente tratamiento? Porque algo habrá que hacer, ¿o no?

Lo sabremos el próximo sábado (o en este enlace). Por cierto, el caso de hoy es de Pablo López Sanz, adjunto del Servicio de Dermatología del Hospital Universitario de Sant Joan de Reus, a quien agradezco haberlo compartido con nosotros.

Mientras, os dejo con el vídeo del viaje del pasado mes de enero a Revillagigedo. Es un poco largo, pero es que vimos muchas cosas bajo el agua.

26 abril 2025

Enfermedad de Still del adulto: la piel puede ser la clave

Hoy nos metemos en terrenos reumatológicos, de la mano de los compañeros dermatólogos del Hospital Universitario San Juan de Alicante quienes, con Lucía García Sirvent en cabeza, acaban de publicar en ActasDermo-Sifiliográficas este interesante caso que nos recuerda que nunca debemos bajar la guardia, ya que la piel nos da la pista de no pocas enfermedades internas. Es la excusa perfecta para que hoy repasemos (con el UpToDate) la enfermedad de Still del adulto y sus manifestaciones cutáneas.

En realidad, la enfermedad de Still del adulto (ESA) y la artritis idiopática juvenil de tipo sistémico (enfermedad de Still) se consideran como la misma enfermedad, con la única diferencia de la edad para referirse a una u otra (siendo los 16 años la frontera para diferenciar ambas entidades).

Típica imagen de enf. de Still (artritis idiopática juvenil). Fuente: Frontiers

En realidad, la ESA es bastante infrecuente, con una incidencia (en Japón) de 0,22 y 0,34 casos por 100.000 habitantes y año y una prevalencia de 0,73 y 1,47 por 100.000 en hombres y mujeres, respectivamente, aunque parece que la prevalencia está aumentando en los últimos años, con una distribución bimodal con un pico de incidencia entre los 15 y 25 años y un segundo entre los 36 y 46.

No os sorprenderá si os digo que la etiopatogenia se desconoce, aunque se ha sugerido un factor genético a través de la asociación con ciertos antígenos del sistema HLA. Además, no es infrecuente que el inicio de la enfermedad coincida con alguna infección vírica (rubeola, sarampión, Echovirus, Coxsackie, Epstein-Barr, parotiditis, parvovirus B19, hepatitis, etc.) o bacterias (Mycoplasma, Chlamydia, Yersinia, Brucella, Borrelia, …). Lo que tenemos delante es la manifestación de una cascada autoinflamatoria debida a la activación de la inmunidad celular innata.

Pero vale la pena centrarnos en las manifestaciones clínicas, ya que van a ser las que nos permitan sospechar el diagnóstico, con la triada de fiebre, rash y artritis o artralgias que se presentan en el 75-95% de los pacientes y otras manifestaciones también muy frecuentes, como mialgias, odinofagia, adenopatías y esplenomegalia. Otros, más raros, incluyen la hepatomegalia, pleuritis, pericarditis, dolor abdominal y el temido síndrome de activación macrofágica (SAM) del que hablaremos más adelante.

La fiebre es diaria y recurrente, con uno o dos picos al día, descrita como “en agujas” y a menudo precede a otras manifestaciones, de modo que podemos encontrarnos pacientes etiquetados como fiebre de origen desconocido. Los cambios de temperatura pueden ser dramáticos, hasta de 4ºC en 4 horas, aunque hasta en un 20% puede persistir fiebre entre los picos. Es importante remarcar que durante los episodios febriles es exacerban el resto de síntomas.

Pero esto es un blog de dermatología, y a nosotros lo que nos interesa es el rash. Pues bien, en sus formas más típicas se define como una erupción evanescente, eritematosa con un tono asalmonado, macular o máculo-papular, que no suele picar y que, como hemos comentado, aparece o se intensifica con la fiebre. Suele afectar al tronco y extremidades, pero también puede implicar palmas y plantas y, a veces, la cara. Se ha descrito fenómeno de Köebner en esta erupción, de modo que puede aparecer en zonas de presión o roces. Como que suele aparecer más por las tardes y noches, a alguien se le ocurrió bautizarla con el nombre de “rash del residente”. Claro que no siempre es todo tan típico, y se han descrito otro tipo de lesiones, como pápulas, pústulas, vesículas y placas.

Estamos ante una enfermedad reumatológica, así que prácticamente siempre, tendremos pacientes con artralgias y/o artritis. Inicialmente, la artritis puede ser leve, transitoria y oligoarticular, pero en no pocos casos se puede cronificar, siendo entonces erosiva, destructiva y con tendencia a fusionar los carpos, tarsos y las interapofisarias posteriores cervicales. Las mialgias, que suelen ser generalizadas, afectan al 70% de los pacientes y también empeoran con la fiebre, pero no hay debilidad muscular.

La faringitis es también muy característica, no supurativa, pero con odinofagia que puede ser muy intensa.

Las adenopatías se observan en el 70% de los pacientes, localizadas en el cuello, zona submandibular, inguinal, axilar o supraclavicular y suelen ser móviles, no adheridas y por lo general, no dolorosas, pero a veces el diagnóstico diferencial con linfoma es complicado y, de hecho, en raras ocasiones se pueden asociar ambas entidades.

La serositis, en forma de pleuritis y/o pericarditis, se ve en un 25% (afortunadamente, el taponamiento cardiaco es excepcional). La esplenomegalia y hepatomegalia es más frecuente (40%) y suelen ser asintomáticas.

Pero en un Still del adulto lo que más miedo nos da es el llamado síndrome de activación macrofágica (SAM), que es un subtipo de linfohistiocitosis hemofagocítica consecuencia de un estado hiperinflamatorio que se conoce como la “tormenta de citoquinas”. Por suerte, es una complicación muy rara, pero lo suficientemente seria como para que valga la pena tenerla en cuenta en estos pacientes. Se calcula que sólo el 1,7% de pacientes con ESA desarrollarán un SAM. Puede ocurrir en cualquier momento de la enfermedad y se caracteriza por fiebre alta, rash, hepatoesplenomegalia, poliadenopatías, insuficiencia hepática y renal, coagulopatía de consumo y fallo multiorgánico. Hallazgos que nos pueden “dar la pista”: pérdida de peso, niveles de ferritina muy elevados (> 3500 µg/L), hipertrigliceridemia, citopenias y una VSG inesperadamente baja.

Volviendo al ESA, los hallazgos de laboratorio son inespecíficos, siendo habitual una elevación de reactantes de fase aguda, ferritina (90%), leucocitosis, elevación de transaminasas y LDH, siendo habitualmente los ANA y FR negativos. Los hallazgos radiológicos dependen del momento evolutivo y en un estadio precoz son normales o con un aumento de partes blandas, mientras que en estadios avanzados aparecen erosiones, cambios destructivos de intensidad variable y fusiones.

Biopsias cutáneas de nuestra paciente. H&E

La biopsia cutánea tampoco es específica y suele mostrar una dermatitis perivascular superficial sin mucho más.

El curso natural de la enfermedad se puede dividir en tres patrones: el monofásico (semanas a meses, con resolución completa antes de un año), intermitente (1-2 años, con episodios que duran varias semanas) y crónico, con enfermedad persistente y una artritis destructiva.

El diagnóstico diferencial puede ser muy amplio, incluyendo enfermedades víricas, bacterianas y parasitarias, pero también linfomas, toxicodermias (DRESS) y otras enfermedades reumatológicas, como la artritis reactiva, la artritis reumatoide, el lupus eritematoso sistémico, la dermatomiositis y polimiositis, las vasculitis (PAN), enfermedades autoinflamatorias (hiper IgD, TRAPS), síndrome de Sweet, síndrome de Schnitzler, sarcoidosis, enfermedad de Kikuchi y la linfohistiocitosis hemofagocítica (SAM).

Por todo ello, y porque no existen pruebas específicas de la enfermedad, se han propuesto diferentes criterios de clasificación. De todos ellos, los criterios de Yamanouchi son los más utilizados por presentar una mayor sensibilidad. Requieren la presencia de 5 criterios diagnósticos, y al menos dos de ellos han de ser criterios mayores y además hay que excluir infecciones, neoplasias y otras enfermedades reumáticas.

Los criterios mayores son: fiebre de al menos 39ºC durante al menos 1 semana, artralgias o artritis durante dos semanas, rash no pruriginoso asalmonado durante los episodios febriles y leucocitosis (> 10.000/µL) con > 80% granulocitos. Los criterios menores incluyen: odinofagia, adenopatías, hepatomegalia (o esplenomegalia), alteración de pruebas hepáticas (AST, ALT, LDH) y negatividad para ANA y FR.

Los tratamientos se basan inicialmente en el uso de corticoides, con o sin metotrexato. Otras alternativas incluyen biológicos dirigidos a IL1 (anakinra) o IL6 (tocilizumab), anti-TNFalfa, ciclosporina, abatacept, rituximab y otros.

A  Ascensión le realizaron dos biopsias cutáneas, observándose en las lesiones habonosas un infiltrado inflamatorio intersticial en la dermis y edema con dilatación vascular, sin vasculitis. En las lesiones papulosas se evidenciaron zonas de paraqueratosis y queratinocitos disqueratósicos en las capas superficiales de la epidermis con un infiltrado inflamatorio perivascular mononuclear. Con todo ello fue diagnosticada de ESA, pero con manifestaciones cutáneas atípicas ya que cumplía 2 criterios mayores de Yamanouchi (fiebre y artralgias) y 4 menores (odinofagia, adenopatías, disfunción hepática y ANA y FR negativos). Se administró prednisona a dosis de 60 mg/d en pauta descendente con mejoría progresiva y resolución de las lesiones.

Termino agradeciendo a Lucía García Sirvent su generosidad por haberme prestado este caso que nos ha permitido repasar esta enfermedad. Y cómo no, un vídeo de buceo en Raja Ampat, un destino que tengo aún pediente.




19 abril 2025

Fiebre, ronchas y ganglios

Para una vez que conseguía cita en dermatología en pocos días, y ya no tenía nada. Una vez más, imperaba la Ley de Murphy y la tostada volvía a caer del lado de la mantequilla. Pero Murphy no contaba con la cámara del móvil de nuestra paciente, quien tuvo la buena idea de hacerse fotos en casa cuando tenía las ronchas en la piel. En realidad, Ascensión no tenía ni idea de si eran o no importantes, pero llevaba ya un mes encontrándose mal, con fiebre vespertina (de hasta 39ºC) que se acompañaba de dolor de garganta, un cansancio que no era normal y dolores articulares en las muñecas y en los tobillos. Durante los brotes de fiebre, todos los síntomas, incluidas las lesiones cutáneas, empeoraban. Lo había consultado en una ocasión con su médico, al principio de todo, pero en el momento de la consulta se encontraba mejor, aunque le solicitó una analítica en la que se objetivaba una anemia normocítica normocrómica, una elevación (leve) de las transaminasas y una elevación de la proteína C reactiva y LDH. Pero su médico no llegó a ver los resultados, ya que al cabo de un par de semanas fue directa a urgencias en pleno episodio febril y, tras pasar la noche en el hospital, salió de allí con una cita en dermatología. Ya en la consulta se completó la analítica y os adelanto que, además de repetirse las alteraciones ya observadas en la anterior, la ferritina se encontraba muy elevada, las serologías de virus B y C y Epstein-Barr fueron negativas, el perfil de autoinmunidad fue normal (incluyendo factor reumatoide y ANA) y tampoco había alteraciones en el proteinograma ni en la determinación de inmunoglobulinas.


Cuando la exploramos, además de lo que nos mostraba en las fotos (que son las que ilustran este post, pero que el día de la consulta apenas se veían), tenía además unas lesiones papulosas eritematosas en codos y brazos que le picaban, de aspecto bastante inespecífico y también pudimos palparle adenopatías látero-cervicales de predominio izquierdo. No presentaba lesiones palmo-plantares ni tampoco en mucosa oral y en ese momento, no tenía fiebre. A todo esto, Ascensión es una paciente de 51 años, sin ningún antecedente médico relevante hasta la fecha.

Esto es todo lo que os puedo explicar de momento. Bueno, y que este no es un caso mío, sino de los compañeros del Hospital Universitario San Juan de Alicante, así que de entrada agradezco a Lucía García Sirvent, residente de 4º año en ese hospital, la amabilidad por haber cedido este caso tan ilustrativo de una patología que explicaremos la semana próxima (o en este enlace). Espero vuestros comentarios, seguro que más de uno ya le ha puesto nombre a la enfermedad de Ascensión. Y mientras, que terminéis de pasar una feliz Semana Santa.

Mientras, os dejo con este vídeo de buceo en Bonaire, en pleno Caribe.

12 abril 2025

Escorbuto en el siglo XXI

Hablar de escorbuto en pleno siglo XXI suena un poco extraño. Y, sin embargo, las enfermedades carenciales no son tan raras en nuestro ámbito. En este caso, el déficit de vitamina C (ácido ascórbico) es la causa del escorbuto, enfermedad conocida desde la antigüedad, caracterizada por sus manifestaciones cutáneas, que a menudo son la clave para su diagnóstico.

En la historia el escorbuto ha tenido un papel destacado, ya desde los egipcios. Los exploradores europeos del Renacimiento fueron devastados por esta enfermedad y fue una de las principales causas de mortalidad durante la gran hambruna irlandesa, la Guerra Civil americana, la exploración del Polo Norte y la fiebre del oro en California. Fue el Capitán James Cook uno de los primeros en demostrar que los marineros que pasaban meses en el mar podían evitar el escorbuto con una dieta rica en vegetales. Pero fue James Lind, un cirujano naval británico, quien publicó estudios que terminaron demostrando la relación entre la alimentación y el escorbuto. Más adelante (1928-1931), Albert Szent-Györgyi aisló un compuesto llamado ácido hexurónico a partir de alimentos como la col, las naranjas, el pimentón y las glándulas suprarrenales. Este compuesto fue renombrado como vitamina C.

Las fuentes de vitamina C incluyen los cítricos, kiwis, tomates, patatas, coles de Bruselas, coliflor, brócoli, fresas, pimientos, mango, papaya, repollo y espinacas, entre otros. La cantidad de vitamina C disponible en los alimentos depende en gran medida de su preparación, ya que las condiciones oxidativas pueden destruir esta vitamina activa. La leche materna es una fuente adecuada de ácido ascórbico para los recién nacidos y lactantes.

Púrpura perifolicular característica del escorbuto

El ácido ascórbico es la forma enólica de una alfa-cetolactona con una estructura muy parecida a la glucosa, lo que permite que actúe como un antioxidante muy eficaz, ayudando a proteger las células de los radicales libres. Se absorbe en el intestino delgado distal, y las dosis dietéticas habituales de hasta 100 mg al día se absorben casi por completo, pero a medida que las concentraciones en la dieta aumentan la absorción es menor (dosis mayores a 1g al día pueden resultar en tasas de absorción inferiores al 50%). Las concentraciones en la sangre se regulan por el riñón (o sea que, si nos pasamos, tendremos una orina muy antioxidante).

El ácido ascórbico es un agente reductor biológico reversible (donador de electrones), lo que lo hace crucial para mantener la actividad de varias enzimas que dependen de hierro y cobre. Este papel como agente reductor es clave en procesos enzimáticos, como la síntesis de colágeno, que es fundamental para la reparación y mantenimiento de tejidos, así como en el metabolismo de ciertos neurotransmisores. Además, su capacidad antioxidante protege las células frente al daño oxidativo.

Los niveles de vitamina C en plasma y leucocitos son los principales métodos para su evaluación, mediante cromatografía líquida de alta resolución.

El ácido ascórbico es un nutriente esencial en la dieta de todos los primates. La deficiencia clínica conocida como escorbuto se debe principalmente a la síntesis defectuosa de colágeno y a alteraciones en el tejido conectivo. El diagnóstico puede realizarse clínicamente, basándose en un historial de ingesta insuficiente de vitamina C y en la presencia de síntomas típicos.

Las manifestaciones más específicas del escorbuto pueden aparecer al cabo de tres meses después de una ingesta deficiente y mantenida de vitamina C. Consisten en una púrpura perifolicular, acompañadas de petequias y pelos enrollados que ofrecen una imagen dermatoscópica muy característica. Otros síntomas comunes incluyen equimosis, gingivitis (con encías sangrantes y retraídas, además de caries), síndrome de Sjögren, artralgias, edemas, anemia y cicatrización deficiente de heridas. Las lesiones hemorrágicas en la piel son inicialmente planas, pero pueden confluir y volverse palpables, especialmente en las extremidades inferiores, pudiendo confundirse con una vasculitis.

Esta dermatoscopia es inequívoca de escorbuto

El dolor musculoesquelético, que puede ser importante, se debe a menudo a hemorragias en los músculos o en el periostio. En casos pediátricos documentados, un síntoma de presentación del escorbuto puede ser una cojera aguda. Este síntoma ha sido observado en niños que padecen malnutrición severa debido a inseguridad alimentaria, negligencia o trastornos alimentarios, como el trastorno de ingesta alimentaria evitativa/restrictiva o la anorexia nerviosa, así como pacientes oncológicos. Una revisión sistemática reportó que, en más del 90% de 86 niños con escorbuto, los síntomas musculoesqueléticos (dolor en las extremidades inferiores, cojera, artritis o negativa a caminar) estaban presentes, y aproximadamente un tercio de ellos presentó cojera.

Los síntomas sistémicos del escorbuto incluyen debilidad, malestar general, hinchazón de las articulaciones, artralgias, anorexia, depresión, neuropatía e inestabilidad vasomotora. También se han reportado síntomas cardiorrespiratorios como disnea, hipotensión y muerte súbita, los cuales se atribuyen a una respuesta vasomotora alterada. En la resonancia magnética, los hallazgos característicos incluyen bandas metafisarias escleróticas y radiolúcidas, con reacción perióstica y edema de los tejidos blandos adyacentes.

Los síntomas del escorbuto suelen manifestarse cuando la concentración plasmática de ácido ascórbico es inferior a 0,2 mg/dL (11 micromoles/L). La ingesta reciente de vitamina C puede normalizar las concentraciones plasmáticas de ácido ascórbico, incluso si los niveles tisulares aún son deficientes. Por esta razón, la medición del ácido ascórbico en leucocitos es una mejor herramienta para evaluar las reservas corporales, aunque este examen no está ampliamente disponible.

En los Estados Unidos, la deficiencia de ácido ascórbico se presenta principalmente en personas con desnutrición severa, trastornos por consumo de drogas y alcohol, aquellos que se han sometido a cirugía bariátrica o que viven en condiciones de pobreza o con dietas exentas de frutas y vegetales. En pacientes mayores, institucionalizados o con enfermedades crónicas, el escorbuto puede surgir debido a una ingesta dietética inadecuada. También se ha documentado en niños con trastorno del espectro autista que siguen dietas altamente selectivas, carentes de frutas y verduras, en residentes de campos de refugiados y en niños con sobrecarga de hierro debido a enfermedades como la drepanocitosis (anemia falciforme) o talasemia, o con antecedentes de trasplante de médula ósea. La sobrecarga de hierro puede precipitar el escorbuto, ya que los depósitos férricos aceleran el catabolismo del ácido ascórbico.

El tratamiento para el escorbuto consiste en la suplementación con vitamina C y en revertir las condiciones que llevaron a la deficiencia. Se ha utilizado con éxito una amplia gama de dosis de reemplazo. Para niños, se recomiendan dosis de 100 mg de ácido ascórbico administradas tres veces al día (por vía oral, intramuscular o intravenosa) durante una semana, y luego una vez al día durante varias semanas hasta que el paciente se recupere por completo. En adultos, generalmente se administran entre 300 y 1000 mg al día durante un mes. Muchos de los síntomas constitucionales comienzan a mejorar dentro de las primeras 24 horas de tratamiento. Las equimosis (moretones) y el sangrado gingival suelen resolverse en unas pocas semanas.

La ingesta dietética recomendada de vitamina C varía según la edad y las necesidades específicas. Para los niños, va de 15 a 45 mg al día; para la mayoría de las mujeres, es de 75 mg al día; y para los hombres, 90 mg al día. Las mujeres embarazadas o lactantes y los adultos mayores pueden requerir hasta 120 mg al día. Estos valores están basados en la cantidad mínima necesaria para prevenir el escorbuto.

Nuestra paciente tenía un escorbuto. No padecía ningún trastorno de la alimentación tipo anorexia, ni era una paciente oncológica, pero llevaba muchos meses sin incorporar una sola verdura o fruta a su dieta, así que sus niveles de vitamina C estaban por los suelos. Esos pelos enrocados que se veían tan bien al dermatoscopio eran muy sugestivos del escorbuto. Algunas enfermedades se curan con naranjas y si la vida no te da limones, pues te los compras. Bueno, a Úrsula también le dimos suplementos de vitamina C porque interesaba subir los niveles rápidamente. Sigue comiendo hamburguesas, pero con ensalada y fruta de postre.

Nos vemos el sábado. Pero no sin antes agradecer de nuevo a Fernando Cabo, compañero dermatólogo y amigo, el habernos prestado estas imágenes para el blog.

Y hoy no puedo despedirme poniendo otra cosa que no sea una canción de Eskorbuto. Por los viejos tiempos, "Cerebros Destruidos".

05 abril 2025

Unos puntitos rojos en las piernas

Úrsula era una mujer muy ocupada. Autónoma, dueña de dos hamburgueserías que funcionaban como un tiro, a veces no tenía tiempo ni para comer (menos mal de las smash burgers). Así que lo de ir al médico, era ya de nota. Pero cuando le empezaron a salir una especie de “puntitos rojos” en las dos piernas se preocupó. Con crema hidratante no mejoraron y, aunque no le molestaban en absoluto, cada vez le iban a más e incluso se había visto alguno en los brazos. Úrsula se encontraba razonablemente bien. A sus 49 años se consideraba una persona sana, no tomaba medicamentos ni suplementos de ningún tipo y, aunque admitía que su alimentación dejaba mucho que desear y estaba muy cansada, lo atribuía al estrés de llevar el negocio. Pero finalmente la preocupación pudo más que la “ocupación” y encontró un momento para acudir al dermatólogo. Úrsula tuvo bastante suerte, ya que terminó en la consulta del Dr.Fernando Cabo, uno de los mejores clínicos que conozco, a quien le bastaron 30 segundos y una pregunta para saber qué le pasaba a su paciente. El resto de consulta se lo pasó buscando en Google qué narices era una “smash burger”.

Así que os dejo con una sola imagen de esas lesiones tan curiosas en una de las piernas de Úrsula y toda una semana para pensar en posibles diagnósticos. El próximo sábado resolveremos el misterio, que seguramente sorprenderá a más de uno. Mientras, volvemos a sumergirnos en el arrecife.

29 marzo 2025

Nevus acrales: entre surcos y crestas

Los nevus melanocíticos acrales congénitos están ya presentes desde el nacimiento o en los primeros meses de vida y, a diferencia de los nevus acrales adquiridos, pueden ser de un diámetro mayor y mostrar cierta asimetría y variedad de colores así que, sin tener en cuenta el contexto, pueden asustar un poco más. Además, no es extraño que evolucionen rápidamente, sobre todo antes de los 14 años de edad, lo que puede conducir a sospechar que estemos ante una lesión maligna, pero lo más normal es que evolucionen de un patrón benigno a otro (también benigno). Afortunadamente, los melanomas lentiginosos acrales son excepcionales en la infancia, lo cual no quiere decir que no estén descritos.

Imagen dermatoscópica. ¿Veis los acrosiringios?

Como siempre, la dermatoscopia va a ser nuestra herramienta más útil para valorar este tipo de lesiones que, históricamente, han tenido bastante “mala fama”. Hace ya unos años que revisamos la dermatoscopia de los nevus melanocíticos acrales (lo podéis refrescar en este enlace) y ya quedó claro que estructuralmente, las características y el grosor de la piel de palmas y plantas otorga unas peculiaridades específicas a los nevus de estas localizaciones, que tendremos que conocer para no extirpar lesiones de manera innecesaria en una localización tan complicada y poco agradecida tras cualquier acto quirúrgico.

Los hallazgos dermatoscópicos en los nevus acrales congénitos suelen corresponder a los diferentes patrones de benignidad, aunque el patrón globular es más frecuente respecto a las lesiones adquiridas en esa localización. A menudo, puntos o glóbulos se distribuyen linealmente a lo largo de los surcos (o de las crestas). El patrón más prevalente es la combinación del patrón paralelo al surco y los patrones punteados de la cresta, en una imagen que se ha acuñado como “patrón de guisantes en una vaina” (o algo así). Incluso se puede observar (raramente) patrón paralelo a la cresta en este tipo de lesiones benignas (que en otro contexto nos estarían indicando que estamos ante un melanoma lentiginoso acral).

Recordemos que, si tenemos dudas de si estamos viendo surcos o crestas, esos puntitos blancos que podemos observar en la piel de palmas y plantas corresponden a los acrosiringios, que siempre se localizan en la cresta.

En la lesión de Iago, el refuerzo se apreciaba claramente en los surcos, así que se trataba de un patrón paralelo al surco y, aunque la lesión medía más de 1 cm, el hecho de estar presente desde el nacimiento y su estabilidad nos permitieron tranquilizar a los padres.

Hoy nos despedimos con este vídeo de Ecuador, con unos paisajes espectaculares.

22 marzo 2025

Un lunar muy negro en el pie

En verano, cuando va descalzo por la playa, Iago siempre bromea con sus amigos diciendo que ha pisado un pedazo de alquitrán. Pero en invierno la mancha sigue ahí, en la planta del pie izquierdo, y aunque la tiene desde que nació y crece muy lentamente, la localización y el tamaño preocupan a sus padres, de modo que han consultado de nuevo al pediatra quien, en esta ocasión, ha remitido a Iago a la consulta de dermatología.

El lunar "alquitranado"

Iago es un niño de 11 años, por lo demás sano, sin alergias y sin antecedentes en su familia de cáncer de piel. Tiene otros lunares por el cuerpo, pero el que más llama la atención es el de la planta del pie. Los padres han oído decir que los lunares en las palmas y en las plantas son especialmente peligrosos, y por eso se han preocupado.

Y a vosotros, ¿qué os parece? ¿Podemos tranquilizar a los padres y a nuestro joven paciente, o pedimos el comodín del dermatoscopio?

Me temo que tendréis que esperar al próximo sábado, pero mientras tanto, quedo pendiente de vuestros comentarios.

Hoy os dejo con uno de esos vídeos interminables de criaturas marinas, pero de las que viven muy profundamente. ¡Hasta el sábado!

15 marzo 2025

Manchas en vino de Oporto y síndrome de Sturge-Weber

Bienvenidos al apasionante mundo de las anomalíasvasculares, cuya nomenclatura y terminología no ha ayudado mucho a su comprensión, con conceptos y nombres acuñados en el siglo XIX. Afortunadamente, en la década de los 90, la clasificación realizada por la Sociedad Internacional para el Estudio de las Anomalías Vasculares (ISSVA) contribuyó a aclarar las cosas, dividiéndolas en dos grandes grupos: los tumores y las malformaciones vasculares (MV). Mientras que los tumores se consideraban crecimientos adquiridos proliferantes de vasos recién formados, las MV constituían anomalías congénitas de vasos dismórficos no proliferantes, lo que permitió un mejor abordaje clínico y terapéutico. Claro que, con el paso del tiempo, la comunidad científica, como recuerda nuestro buen amigo Ángel Fernández Flores en este interesantísimo artículo de ActasDermo-Sifiliográficas, ese enfoque dual no resultó tan apropiado como inicialmente se pensó, y es que las MV pueden proliferar (y las MV, al ser debidas a mutaciones somáticas postcigóticas, están formadas por células clonales, así que conceptualmente no estarían tan alejadas de los tumores). Aún así, sigue siendo la mejor clasificación que tenemos.

Hace no demasiado tiempo ya revisamos la clasificación de la ISSVA en este post, así que hoy nos centraremos en la lesión de Laia que presentaba ya en el momento de nacer y que, como todos habréis adivinado, se correspondía a lo que se sigue denominando como “mancha en vino de Oporto” (MVO) o “nevus flammeus”, que son (después del “nevus simple” o “mancha salmón”), el segundo tipo de malformación capilar más frecuente, con una incidencia de 3 por cada 1.000 recién nacidos. A diferencia de las manchas salmón, son persistentes y tienden a oscurecerse con los años, volviéndose más gruesas y pudiendo ocasionar sobrecrecimiento de la región afecta. El diagnóstico es clínico, y son debidas a mutaciones somáticas en GNAQ. Es una mancha ya presente en el nacimiento, de tamaño variable, normalmente lateralizada (pero puede ser bilateral) y de color que va de rosa pálido a más purpúrico. Se puede confundir con una mancha salmón, que es una malformación capilar de color rosa, mal delimitada, en la zona central de la frente, philtrum, párpados superiores, vértex o nuca. Su localización más lateralizada, color más intenso y límites bien delimitados, permiten en la mayor parte de los casos, diferenciarla de la mancha salmón.

Esta lesión, en cambio, se corresponde a una "mancha salmón"

Realizar un correcto diagnóstico de una mancha en vino de Oporto (somos nostálgicos y seguimos utilizando esta terminología tan clásica) es relevante, ya que esta lesión es un marcador del síndrome de Sturge-Weber (SSW), un trastorno neurocutáneo que, en su forma completa asocia una malformación capilar facial, glaucoma y angioma leptomeníngeo. Su incidencia se estima en 1 de cada 20.000-50.000 recién nacidos vivos, y hay quien emplea el nombre de Sturge-Weber para referirse a formas incompletas con dos de sus manifestaciones. Así, estas angiomatosis encefalofaciales se clasifican, según la escala de Roach, en tres tipos: tipo I (con MVO facial y angiomatosis leptomeníngea, con o sin glaucoma, que correspondería al SSW clásico), tipo II (la más frecuente, con MVO facial sin afectación leptomeníngea, con o sin glaucoma) y tipo III (con solo angiomatosis leptomeníngea). Embriológicamente todo esto se podría explicar como resultado de un fallo en la regresión del plexo venoso cefálico primitivo. No fue hasta 2013 cuando se identificó la mutación responsable en el gen GNAQ, en el cromosoma 9. Esta revisión (2017) de E.Higueros publicada en Actas DS es muy completa y, aunque la resumiré brevemente, os recomiendo leer el artículo completo.

Bueno, pues el riesgo de que una malformación capilar facial (MVO) asocie afectación leptomeníngea u ocular va a depender principalmente de su extensión y localización. Las malformaciones que se localizan en la zona frontal tienen un mayor riesgo que las que lo hacen en la parte inferior de la cara. Hasta la fecha los estudios que se han realizado para establecer el riesgo de esta asociación lo han dividido considerando las áreas de inervación sensitiva del nervio trigémino (V par craneal): la rama frontal (V1), la maxilar (V2) y la mandibular (V3). Todos ellos coinciden en señalar que las MVO que afectan a V1 o las que son bilaterales y extensas son las que tienen un mayor riesgo de problemas extracutáneos. Así, se estima que las MVO sobre V1 conllevan un riesgo de glaucoma o afectación leptomeníngea del 8-15%, mientras que, si la afectación es bilateral o afecta varias ramas, sube hasta el 28%. En cambio, cuando se afectan V2 o V3 el riesgo es muy bajo (nulo, según algunos autores, y del 2% según otros, considerando sólo V2). Esta clasificación de las MVO basada en las áreas de inervación del trigémino ha desatado mucha controversia, ya que en realidad no es exacta, pero nos sirve para estratificar a los pacientes.

Además, las MVO pueden desarrollar en un 60% hipertrofia de tejidos blandos, en casi un 14% hipertrofia ósea y en un 43% la formación de nódulos proliferativos o ectásicos. La edad a la que suelen empezar estos cambios, cuando aparecen, es a los 9 años y el segmento V2 es el que presenta hipertrofia con mayor frecuencia. Todo esto conlleva una mala oclusión y una mayor exposición dental, lo que puede conducir a una deformidad facial significativa, con todo lo que conlleva.

Pero no nos engañemos. Por mucho que llame la atención, lo que de verdad nos preocupa ante una MVO es la posibilidad de presentar manifestaciones neurológicas: la malformación leptomeníngea capilar-venosa, que suele ser ipsilateral a la MVO (a veces bilateral) y por lo general, afecta el lóbulo occipital, occípito-parietal y, a veces, a todo el hemisferio. Sus principales manifestaciones clínicas son convulsiones (75-90%), hemiparesia lentamente progresiva (25-60%), cefaleas vasculares de tipo migrañoso (30-45%), retraso en el desarrollo neuropsicológico (50-60%), episodios parecidos a eventos cerebro-vasculares y problemas de conducta. En el 75% de los pacientes con afectación cerebral las convulsiones se presentan ya en el primer año de vida, y en el 90% dentro de los dos primeros años, de ahí la importancia de detectarlo precozmente.

Pero las manifestaciones oculares también son muy importantes, y la malformación vascular en el ojo puede afectar la conjuntiva, la epiesclera, la retina y la coroides, pudiendo desembocar en atrofia óptica y ceguera. El glaucoma es una de las manifestaciones más frecuentes, que afecta al 30-70% de pacientes. Suele ser unilateral, del mismo lado que la MVO, aunque no siempre es así. Puede ser congénito o tardío. El hemangioma coroideo está presente en el 40-50% de los pacientes con SSW. Se han descrito otras anomalías menos frecuentes, como la heterocromía del iris, hemianopsia homónima, facomatosis pigmento-vascular, neovascularización del iris y coroides y luxación del cristalino.

Además, los pacientes con SSW pueden presentar una disfunción hipotálamo-hipofisaria, con déficit de hormona de crecimiento e hipotiroidismo central.

Ya hemos dicho que el diagnóstico de MVO es relativamente sencillo en la mayoría de los casos. El SSW debe sospecharse en pacientes con MVO en la región frontal (V1). En estos pacientes debe realizarse una revisión oftalmológica y una resonancia magnética con contraste con el fin de realizar un diagnóstico temprano y reducir las complicaciones oculares y cerebrales. Aunque esto también es controvertido, ante la presencia de falsos negativos y porque no todos los pacientes con afectación leptomeníngea van a desarrollar convulsiones (10%). Sin embargo, en general la tendencia es a realizar estos estudios de imagen. La angiomatosis leptomeníngea puede ser difícil de visualizar antes de los 3 meses de edad, por lo que se recomienda realizar la RM entre los 3 y 6 meses. En el caso de que veamos al paciente con más de 2 años de edad (esas cosas pasan) es más discutible la necesidad de completar el estudio con RM en un paciente asintomático, ya que es poco probable que presente convulsiones si no las ha tenido previamente. Se recomienda evaluación oftalmológica cada 3 meses hasta el año de edad y luego anualmente. Si la RM es normal y se ha realizado antes de los 2 años, se recomienda repetir al año de edad o si hay síntomas neurológicos. Si la RM en mayores de 2 años es normal, no hay indicación para repetirla si el niño está asintomático.

Respecto al tratamiento del SSW éste incluye anticonvulsivantes (en menores de 2 años con RM alterada), tratamiento sintomático y profiláctico para el dolor de cabeza, tratamiento del glaucoma cuando esté presente y terapia láser para la MVO. El tratamiento con láser de colorante pulsado (PDL) es el tratamiento de elección para la MVO facial. Suelen ser necesarias entre 7 y 15 sesiones para conseguir el aclaramiento de las lesiones y raramente se consigue la desaparición completa de las mismas. Por lo general las MVO en la frente responden mejor que las de V2 o V3 y todos los expertos tienen claro que las respuestas son mejores si el tratamiento se realiza en la infancia que en la edad adulta. Algunos estudios han demostrado mejores respuestas asociando rapamicina (tanto tópica como oral), pero no es una práctica generalizada.

No vamos a profundizar en el tratamiento neurológico de estos pacientes, pero sí remarcar que se ha planteado el uso de aspirina como tratamiento profiláctico del deterioro neurológico en pacientes con SSW. El pronóstico de estos pacientes depende de la edad de inicio de los síntomas neurológicos (con peor pronóstico si el inicio es más precoz).

En definitiva, si tenemos pacientes con MVO en la región frontal, hay que ponerse en marcha, porque no es sólo un problema de la piel. Afortunadamente el caso de Laia sí que se limitaba a la piel (MVO en V2) y no tenía ninguna otra sintomatología, así que consensuamos con la paciente y su familia derivarla a otro centro para poder realizarle tratamiento con láser, aunque no disponemos de seguimiento.

Hoy nos despedimos con un vídeo de las cristalinas aguas de Raja Ampat, uno de los destinos que tengo pendientes...

08 marzo 2025

Una mancha roja de nacimiento

Se llama Laia, tiene 8 años y nació con esa mancha en la cara. Se trataba de una mancha roja, bien delimitada, que afectaba sólo la hemicara derecha (mejilla, párpado inferior, cara lateral derecha de la nariz, parte del párpado superior y el labio superior derecho). No tiene ninguna otra mancha similar en otras localizaciones y Laia ha crecido sana y con normalidad, es la más lista de la clase y, aunque esa mancha es bastante llamativa y visible, afortunadamente no le supone ningún problema en el cole, más allá de tener que dar alguna que otra explicación cuando se relaciona con personas desconocidas. Nadie más en su familia tiene ninguna mancha parecida y no le pica ni le ocasiona ninguna molestia.

Cuando nació les dijeron a sus padres que quizá se iría desvaneciendo con los años, pero en realidad eso no había sucedido y la mancha roja seguía allí, impasible al paso del tiempo. Sus padres empezaban a preocuparse de que, en un futuro, esa mancha pudiera condicionarla de alguna manera, así que habían hablado con su pediatra, quien la derivó a dermatología. En el volante ponía “angioma plano”.

Y a vosotros, ¿Qué os parece? ¿Es un angioma? Porque en lo de “plano” estamos de acuerdo, ¿no? Tenéis toda una semana para pensarlo, aunque esta semana es facilito. El próximo sábado volveremos a estar por aquí con la respuesta. Mientras, os dejo con este documental de los fiordos noruegos.