miércoles, 25 de marzo de 2020

La enfermedad del niño abofeteado. Tranquilos, es sólo un virus tontorrón

Erik presentaba la enfermedad del “niño abofeteado, también conocida como megaloeritema, quinta enfermedad o eritema infeccioso. Con tantos nombres parece que hablemos de un rey o de una enfermedad muy grave, pero no es el caso. Tampoco somos los primeros en describirlo en un blog de medicina, Lucía mi pediatra, ya realizaba en 2016 una entrada para esta entidad, o esta otra de Amalia Arce.

Se trata de un exantema viral común de la edad pediátrica, uno de los 6 más frecuentes, por lo que se le denomina 5º enfermedad. Ocurre habitualmente en niños de entre 5 y 15 años (70%) a nivel mundial, pudiendo afectar a adultos (20%), aunque es infrecuente. Es causada por el parvovirus B19, un virus ADN de la familia Parvoviridae, que se transmite por secreciones respiratorias, de persona a persona, tras contacto íntimo. Suele ser un virus al que le gusta la primavera y el comienzo del verano, no es listo ni nada.

Erik, ya recuperado, una semana más tarde.

Su presentación clásica se caracteriza por presentar tres fases, aunque en su mayoría el proceso es asintomático.
  • Primera fase. Tiene un periodo de incubación que oscila entre 5 y 15 días, con una duración de la viremia de 1 semana. Su desaparición muestra correlación con el desarrollo de IgM anti-B19, que permanecerán durante meses, y con la posterior aparición de IgG que persistirán indefinidamente. La clínica en esta fase se caracteriza por síntomas generales e inespecíficos: fiebre, malestar, mialgias, faringoamigdalitis, diarrea, vómitos y cefalea, por lo que suele ser indistinguible de cualquier otra virasis.
  • Segunda fase. Comienza tras 2-3 semanas de la inoculación, la viremia desaparece y aparece la clínica característica, por lo que podemos deducir que cuando presenta la clínica ya no es contagioso. Se caracteriza por fiebre y una erupción súbita en forma de eritema malar bilateral simétrico, sin otras lesiones primarias, que a menudo se acompaña de palidez peribucal y que se conoce con el nombre de “signo del niño abofeteado”. Suele presentar una duración de 4-5 días.
  • Tercera fase. Tras la desaparición de la erupción en las mejillas aparece un exantema maculopapular “en encaje” o “reticulado” en el tronco, simétrico y pruriginoso que se extiende en sentido distal. Suele durar unas 2 semanas y tras su resolución es normal que presente recurrencias (sin fiebre, ni otros síntomas) en relación con el ejercicio físico, exposición al sol, calor, etc.

Y aunque suela ser asintomático o con una clínica un poco tontorrona, hay varios artículos que describen múltiples complicaciones asociadas que no podemos olvidar:
  • Las artralgias y artritis: más común en adultos (mujeres) que en niños. Su clínica se caracteriza por ser una artritis simétrica y periférica con afectación de muñecas, manos, rodillas y tobillos, simulando una artritis reumatoide. Pero en este caso se trata de una artritis no erosiva, que suele resolverse en 1-3 semanas.
  • Inmunodeprimidos (leucemias, infección VIH, etc…) pueden presentar una infección persistente y como consecuencia se produce una destrucción persistente de los precursores eritroides y una anemia crónica que se hará dependiente de transfusiones.
  • Las embarazadas son otro grupo de riesgo, presentando riesgo de aborto. La mayor mortalidad está descrita durante el primer trimestre, siendo la hidropesía fetal la principal manifestación de la infección durante el segundo trimestre.
  • Otras complicaciones incluyen: la anemia hemolítica, neumonitis, síndrome hemofagocítico o encefalopatías.

Dadas sus características clínicas llamativas el diagnóstico será clínico y relativamente sencillo. Si existieran muchas dudas o nos encontramos ante grupos de riesgo, se pueden realizar serologías que evidenciarán anticuerpos IgM e IgG específicos del virus. También se puede detectar el propio virus por PCR o antígenos en suero o en tejidos infectados por ELISA.

Diagnóstico diferencial de enfermedades exantemáticas (resumen)

Y cómo no, no podemos hablar de un exantema viral y no mencionar a sus otros hermanos (los otros exantemas infecciosos más comunes de la infancia) para realizar un buen diagnóstico diferencial. Y para ello os he hecho esta tabla resumen que me hice para el MIR y que a día de hoy es de donde me lo sigo repasando:

No olvidarnos también en este otro diagnóstico diferencial: mononucleosis infecciosa, toxicodermias, respuestas alérgicas a agentes ambientales.

El tratamiento se basará principalmente en medidas sintomáticas para la gran mayoría de los pacientes. Pero en los grupos especiales se procederá a tratar las complicaciones:
  • Artritis/artralgias graves: AINEs.
  • Anemia hemolítica crónica: transfusiones.
  • Inmunodeficiencia/embarazo: inmunoglobulinas iv con Ac IgG frente al parvovirus B19.
Para evitar las recurrencias a veces se recomienda evitar la exposición solar en los momentos más fuertes del día, usando fotoprotectores y evitar el ejercicio excesivo.

A Erik no le hicimos ninguna prueba, el diagnóstico fue clínico y, como podéis ver en la imagen, al cabo de una semana se había recuperado por completo.

En cuanto a la prevención, nunca nos cansaremos de decirlo, supongo que ahora gracias al famoso COVID-19 todos lo tenemos en mente: LAVADO DE MANOS.

Agradecer de nuevo a Carolina Domínguez Mahamud, nuestra R3 en el servicio de Dermatología,  su colaboración en la redacción de las entradas de esta semana en estos días tan complicados para todos.

Wash Your Hands from ReelWorld on Vimeo.

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