24 mayo 2023

Si tocas un milpiés africano, se te pigmentan las manos

Lo sé. He nacido para poetisa. Pero más allá del terrible pareado, hoy queremos llamar la atención sobre un curioso bicho y las consecuencias de su manipulación. Os recuerdo que el caso de esta semana nos lo han prestado los compañeros de Alicante (Alberto González Ruiz y Mª José Sánchez Pujol), quienes acaban de publicarlo en la revista Actas Dermo-Sifiliográficas, donde podéis consultarlo en acceso abierto.

El caso de Marc tampoco tenía mucho misterio, ya que fue el mismo niño quien explicó, primero a sus padres y luego a nosotros, que había estado jugando con unos “gusanos” en el patio del colegio. Enseñándole fotos de “posibles sospechosos”, identificó sin ninguna duda al milpiés de patas rojas de Tanzania como compañero de recreo y culpable de esas curiosas manchas en las manos. Al cabo de una semana, las lesiones prácticamente habían remitido sin ningún tratamiento.

Epibolus pulchripes. Foto: Gregoire Dubois

El Epibolus pulchripes o milpiés de patas rojas de Tanzania pertenece a la clase Diplopoda, de cuerpo alargado y cilíndrico, dividido en pequeños segmentos (cada uno con dos patas por lado). Si quieres saber cuántos pies tienen, no hay más que multiplicar el número de segmentos por 4 y restarle 10 (y aunque se llaman milpiés, pueden llegar a tener unas 400 patitas). Como su nombre indica, habita en zonas tropicales y subtropicales de África Occidental y su presencia en el sur y este de España podría relacionarse con fenómenos migratorios o con su introducción accidental (resulta que hay gente que los tiene en casa, en terrarios). Suelen ser de color negro (los machos más brillantes) y lo más característico son las patas, que son de color rojo intenso. Pueden alcanzar los 12 cm de longitud, alcanzando la madurez sexual al año o año y medio.

Los dedos de Marc, el día de la primera visita

Pero lo más curioso de esta especie de milpiés es que, cuando este artrópodo se siente amenazado, se enrosca liberando una sustancia rica en cianuro y quinonas a través de unos poros en su exoesqueleto. El contacto con el cianuro puede provocar inflamación, picor, escozor o, incluso, vesiculación y ulceración en caso de contacto prolongado. Pero son los compuestos de quinona, por sus propiedades pigmentarias, los responsables de la hiperpigmentación de la piel y mucosas. Las localizaciones más frecuentes suelen ser los dedos de los pies (supongo que en África, al pisarlos descalzo), el cuello o la boca, aunque supongo que las manos debe ser lo más normal. Cuidado con el contacto con los ojos, ya que puede producir conjuntivitis e incluso ulceración corneal.

El diagnóstico es sencillo con una anamnesis adecuada y, como curiosidad, se ha descrito un patrón paralelo a la cresta en la exploración dermatoscópica, que no suele presentar mayor problema en diferenciarlo de un melanoma acral por la distribución de las lesiones y la historia clínica.

Las lesiones curarán espontáneamente en una o dos semanas sin realizar tratamiento. Sí se recomienda el lavado de manos después de manipular estos bichejos (aunque mucho mejor si no se tocan).

De nuevo gracias a los compañeros del Hospital General Universitario de Alicante por este curioso caso. Os dejo con un vídeo de un coleccionista de estos animales.



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