09 noviembre 2022

En la glositis atrófica hay que mirar la lengua… y las vitaminas

La lengua como un espejo de nuestro estado de salud (o enfermedad). Puede parecer una chorrada, pero muchos de vosotros recordaréis esos médicos de antaño quienes amablemente te pedían que les sacaras la lengua, ya fueras por un dolor de estómago o por unas anginas. Explorar las mucosas sigue siendo importante en toda exploración física y muchas veces nos da la pista de problemas insospechados.

La boca de Aurelia, antes de iniciar tratamiento


Claro que en esta ocasión la lengua constituía en sí misma el motivo de consulta, así que difícil no explorarla. A Aurelia le dolía y además tenía las comisuras de los labios fisuradas. En realidad Aurelia tenía lo que llamamos una glositis atrófica, que no es más que la pérdida, parcial o completa, de las papilas filiformes y fungiformes de la superficie dorsal de la lengua en el contexto de una glositis. Las papilas filiformes contienen una capa relativamente gruesa de epitelio escamoso estratificado queratinizado que protege la zona subyacente de estímulos mecánicos, químicos y físicos. Mientras, las papilas fungiformes contienen las células gustativas. Los pacientes con glositis atrófica pierden esa función protectora y gustativa y por ese motivo, experimentan sensaciones de dolor, quemazón, entumecimiento de la lengua y alteraciones en el gusto. El diagnóstico diferencial de la glositis atrófica incluye la candidiasis eritematosa, la glositis migratoria, la glositis romboidal media y la lengua fisurada.

Pero seguramente lo más interesante es que la glositis atrófica puede en ocasiones ser consecuencia de algunos déficits nuticionales, como riboflavina, niacina, piridoxina, ácido fólico, vitamina B12, hierro, zinc y vitamina E. Otras posibles etiologías son el déficit proteico y calórico por malnutrición, candidiasis (hay formas atróficas), infección por Helicobacter pylori, xerostomía y diabetes mellitus.

Así que le solicitamos una analítica a Aurelia (por empezar por lo más sencillo). No tenía anemia, pero sí que observamos un déficit de vitamina B12 (96 pg/ml, cuando los valores normales son entre 180 y 914). El resto de parámetros eran normales, así que la remitimos de nuevo a su médico de familia para que estudiara el origen de esa deficiencia, al parecer por una ingesta inadecuada, aunque había que descartar otras posibles causas. Lo cierto es que no tenemos seguimiento de esta paciente, pero imaginamos que, tras una suplementación con vitamina B12, su lengua volvió poco a poco a la normalidad. En este otro caso publicado en el NEJM, si tenéis acceso, podéis ver muy bien la evolución tras el tratamiento, de un caso muy similar.

No es un caso muy espectacular, pero aún estoy calentando motores después de las vacaciones. El sábado, atentos, que viene otro reto. Mientras, un poquito de concienciación sobre los plásticos que acaban en el mar...

 

PLSTC from Laen Sanches on Vimeo.

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