miércoles, 29 de agosto de 2018

La dermatoscopia de un poroma ecrino

Silvio tenía un poroma ecrino, y eso lo sabemos porque se lo extirpamos y lo metimos en un bote, directo para el patólogo, quien fue el que dio el diagnóstico. Podríamos terminar aquí, porque hace como 5 añitos en este mismo blog ya revisamos esta entidad, y a decir verdad, poco han cambiado las cosas desde entonces. Por si os da pereza leeros la entrada correspondiente, podemos recordar que el término “poroma ecrino” fue descrito inicialmente por Goldman en 1956 para referirse a un tumor benigno derivado de la glándula sudorípara y compuesto por células epiteliales con diferenciación tubular distal de tipo ecrino, y aunque la patogenia es desconocida, se ha asociado a cicatrices, traumatismos y radiación, representando alrededor del 10% de todos los tumores derivados de las glándulas sudoríparas. Sin predilección por razas ni sexo, se suele presentar entre la 5ª y 7ª décadas de la vida, y la localización más frecuente es el pie (47%), aunque se han descrito en cualquier zona de la pie. Un 8% son múltiples, aunque lo más frecuente es que se presenten como lesiones aisladas.

Clínicamente suelen ser asintomáticos, de lento crecimiento, como pápulas eritematosas de consistencia blanda, pero también se han descrito como nódulos o placas hiperqueratósicas. Las formas pigmentadas constituyen el 17% de los casos. La variante maligna (el porocarcinoma) es muy rara, y suele presentarse en ancianos.

Imagen dermatoscópica: vasos polimorfos, áreas, rojo-lechosas...

Siendo lesiones relativamente poco frecuentes, su importancia viene determinada porque pueden confundirse fácilmente con otras patologías muy variopintas, como granulomas piógenos, angiomas, queratosis seborreicas, dermatofibromas, carcinomas epidermoides, carcinomas basocelulares e incluso melanomas. Evidentemente, el diagnóstico de certeza lo realizará el patólogo cuando extirpemos la lesión, pero cada vez más gente se pregunta si el dermatoscopio nos puede ayudar a identificar este tipo de tumores. Y por eso os recomiendo este primer artículo en Actas Dermo-Sifiliográficas de 2009 de José Antonio Avilés, dermatólogo del equipo de Pablo Lázaro del Hospital Gregorio Marañón (Madrid) y, más recientemente, de este otro de Marchetti, capitaneado por Cristina Carrera del Hospital Clínic de Barcelona, publicado este año en la revista europea, en el que se analizaban las características dermatoscópicas de 113 poromas.

En el estudio de Marchetti, la edad media de los pacientes fue de 61 años, y un 53% fueron hombres. El diámetro máximo fue de 8,3 mm de media y en un 14% las lesiones eran pigmentadas. La localización más habitual fue la acral (manos o pies) en un 35%, seguido del tronco (25%), resto de extremidades (27%) y cabeza/ cuello (16%). Pero vamos a la dermatoscopia, y es que en este estudio, las características dermatoscópicas que se asociaron al diagnóstico de poroma ecrino incluyeron vasos polimorfos (36%), áreas amarillentas sin estructura (32%), vasos ramificados con extremos redondeados (30%), áreas rojo-lechosas irregulares (18%), vasos en espiral (26%). En cambio, en ningún caso se vieron vasos en coma. Hasta en un 69% los poromas tenían estructuras vasculares identificables a la dermatoscopia.

Yo no soy ninguna experta dermatoscopista, y desde luego no me atrevería a hacer un diagnóstico de certeza con sólo mis ojos y el dermatoscopio, pero el hecho de ver vasos polimorfos puede hacernos sospechar, o al menos incluir en el diagnóstico diferencial este tumor que tendrá que seguir diagnosticando el patólogo.

Y ahora, para despedirnos del mes de agosto, ¿qué tal si nos vamos a Albania?


1 comentario:

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