Pyemotes ventricosus es un ácaro diminuto (aunque se
puede ver a simple vista, si no tienes presbicia: el macho mide 0,16 mm y la
hembra, 0,22mm, y la hembra grávida mide hasta 2 mm), que se dedica a
parasitar, e incluso matar, las larvas o ninfas de numerosos insectos, los
cuales residen en diferentes hábitats, como semillas, grano, paja y madera. Una
de sus principales víctimas son las larvas de coleópteros que perforan la madera
(carcoma).
Ya os podéis imaginar que nuestro pequeño protagonista es el
responsable de las lesiones que presentaba Humberto, una dermatitis por Pyemotes,
entidad poco conocida pero seguramente más frecuente de lo que pueda parecer,
que debe sospecharse en personas que presenten lesiones pruriginosas en zonas
expuestas (no necesariamente) y que hayan estado en contacto con mobiliario de
madera, sobre todo en alojamientos poco frecuentados (que hayan estado cerrados
durante largos periodos). Es en estos lugares donde es común encontrar larvas
de las especies de pequeños escarabajos que perforan la madera (carcoma),
aunque son los ácaros los responsables de la clínica cutánea. También se han
documentado brotes ocupacionales relacionados con tareas del campo, como la cosecha,
o en coleccionistas de muebles antiguos o restauradores.
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Humberto, el primer día |
Las lesiones cutáneas se desarrollan tras el contacto con el
ácaro (unas 24 horas), sin invasión epidérmica (no es como la sarna), con la
consiguiente reacción inflamatoria. Casi todos los casos publicados en la
literatura se produjeron entre primavera y verano, ya que Pyemotes spp.
necesita temperaturas cálidas para completar su ciclo vital (26ºC), dato que
debemos tener en cuenta si sospechamos ese diagnóstico.
Clínicamente se presenta en forma de pápulas
eritemato-edematosas persistentes, con un punto o vesícula central (hasta ahí,
parecido a la picadura de cualquier artrópodo), pero lo verdaderamente
característico de esta dermatitis, que nos permite realizar el diagnóstico, es
el llamado “signo de la cometa”. Descrito por Del Giudice y colaboradores en el
año 2007, se considera una imagen prácticamente patognomónica de esta dermatitis.
Desde la lesión eritematosa, surge un trayecto lineal o serpiginoso al cabo de
12-24 horas. Hay discusiones de si es o no una linfangitis, porque no siempre
sigue un trayecto linfático definido, ni suele doler. Podéis ver algunos casos
más en este artículo de Actas Dermo-Sifiliográficas o en esta imagen del NewEngland Journal of Medicine.
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The
American Journal of Tropical Medicine and Hygiene 100, 5; 10.4269/ajtmh.18-1006
En 2022, I. Vellere y colaboradores publicaron una revisión
bastante extensa de este tipo de dermatitis, con 40 casos. La media de
diagnóstico fue de 37 años (todos adultos, excepto un lactante de 20 meses),
con un ligero predominio de mujeres (56%) y con el verano como principal
momento del diagnóstico (muchos casos diagnosticados en invierno provienen de
otras áreas geográficas cálidas). En Europa se reportaron la mayor parte de los
casos (65%), seguido de Estados Unidos (25%). Respecto al origen, el grano representó
el 47% y la madera, el 35%. Las lesiones se localizaron predominantemente en el
tronco (29%) y el prurito fue el síntoma principal, en ausencia de signos sistémicos
(aunque hasta en el 10% de los casos se reportó fiebre). El signo de la cometa,
considerado patognomónico, se describió en el 28% de los casos. El diagnóstico
fue clínico en la mayor parte de los casos descritos y el tratamiento,
sintomático, con corticoides tópicos y antihistamínicos orales en el 46%.
El primer brote descrito corresponde al año 1909, entre la
tripulación de un yate privado, por el contacto con colchones de paja
infestados por el ácaro. De hecho, en algo más de un siglo de historia de esta
dermatitis, la epidemiología ha cambiado bastante y, si al principio se veían
brotes ocupacionales, casi siempre ligados a la agricultura, hoy en día los
casos que vemos son más aislados y relacionados con actividades vacacionales de
verano en el ámbito rural.
Como decíamos, es una dermatitis autolimitada, y el
tratamiento, sintomático hasta la resolución del cuadro, en 1-2 semanas.
De nuevo muchas gracias a Alejandro Claudio Oliva, residente de 4º año de Dermatología en el Hospital Universitario Puerta del Mar, en Cádiz, por prestarnos este caso tan ilustrativo.
Y como decimos siempre, no puedes diagnosticar lo que no conoces, así que ya sabéis. Nos despedimos bajo el agua, como casi siempre.
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