El término chemsex, de origen británico, surge de la
fusión de las palabras chems (químicos, en alusión a las drogas) y sex
(sexo). Es un tipo muy particular de consumo de sustancias, originalmente vinculado
a la cultura sexual gay, que se caracteriza por largas sesiones de sexo entre
hombres (pueden prolongarse horas o días) bajo la influencia de sustancias (metanfetamina,
mefedrona, GHB, etc.) tomadas previamente y/o durante la sesión sexual. El uso
de drogas durante las relaciones sexuales no es un fenómeno nuevo. Lo que ha
cambiado en los últimos años son el tipo de sustancias consumidas y el contexto
en el que se utilizan. Mientras que una orgía no implica necesariamente el
consumo de drogas, la idea de “sesión” pone especial énfasis en la prolongación
de las relaciones sexuales en el tiempo mediante el uso de determinadas
sustancias.
Y aunque desde la mayoría de colectivos LGTBI+ se proponen
recomendaciones para realizar este tipo de actividades de manera segura, bajo
mi punto de vista el título del post de esta semana no es más que un oxímoron,
ya que el uso de este tipo de sustancias siempre va a hacer bajar la guardia y
perder el control. Pero hoy no estamos aquí para juzgar, sino para explicar una
complicación concreta de este tipo de sesiones, aunque primero vamos a dar un
poquito más de contexto.
Aunque podemos oír hablar de “chemsex”, en España se
utilizan términos de argot, como chill, sesión, colocón, fiesta, vicio,
etc. Lo más habitual es que tenga lugar en casas particulares, pero también se
puede dar en saunas, clubes de sexo, locales privados, cuartos oscuros, zonas de
cruising, etc. Entre las sustancias que se consumen con más frecuencia
en estas sesiones están el GHB/GBL (g, éxtasis líquido, chorri, potes),
mefedrona (mefe, miau-miau, sales de baño, comida para cactus),
cocaína (coca, farlopa, tema, C), nitrito de amilo o
butilo (poppers), metanfetamina (tina, crystal meth),
ketamina (K, keta, vitamina K, Special K), anfetamina (speed),
MDMA (éxtasis, eme, cristal). Se administran por vías muy
variadas, según la droga (oral, esnifada, inhalada, fumada, rectal,
intravenosa, intramuscular…) y también es habitual el uso de varias sustancias
en una misma sesión. El consumo inyectado es minoritario, pero es el que
presenta mayores riesgos para la salud y se conoce como slam, slamsex
o slamming. Consumidas en ese contexto, los efectos de estas sustancias
hacen que la persona se sienta completamente excitada, eufórica y desinhibida,
pudiendo presentar dificultades para establecer límites, rechazar parejas
sexuales o abandonar la propia sesión, generando dinámicas que conducen a
prácticas (sexuales y de consumo) de alto riesgo.
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Cicatrices atróficas tras curación de las lesiones |
La mefedrona es una droga de síntesis derivada de las
catinonas y es una de las alternativas más utilizadas a otras
psicoestimulantes, como la cocaína o el MDMA. Puede administrarse por vía oral,
intranasal o intravenosa. Por vía intravenosa los efectos máximos se alcanzan
en 5-10 minutos y duran unos 15-20 minutos y, por su corta duración y rápida
tolerancia, se suelen consumir dosis sucesivas de manera compulsiva, llegando a
inyectarse hasta 10 veces en una sola sesión.
A estas alturas del post ya os podéis imaginar que Norberto,
nuestro paciente, había sufrido complicaciones tras haberse inyectado mefedrona
en una sesión de slam. Respecto al tratamiento, una vez se tuvo claro el
diagnóstico (se le realizó una biopsia cutánea en la que se observó una
fibrosis superficial y una reacción gigantocelular a cuerpo extraño en la unión
entre la dermis y el tejido celular subcutáneo, sin vasculitis ni trombos
intravasculares), siendo las técnicas para microorganismos y la inmunofluorescencia
negativas. Las lesiones se resolvieron tras tratamiento tópico con betametasona
combinada con gentamicina, pero quedaron cicatrices residuales deprimidas, como
podéis observar en la imagen.
Norberto negó el consumo de otras drogas y desconocían si la
mefedrona estaba adulterada. Las lesiones habían aparecido en la primera semana
en los sitios de inyección.
La casuística de complicaciones cutáneas por la inyección de
mefedrona es más bien escasa y fue en 2018 cuando se publicó el primer caso de
un paciente con necrosis en el pulpejo de un dedo de la mano tras la inyección
intraarterial por accidente. También se han descrito casos de púrpura retiforme
y otro paciente con úlceras crónicas. El caso que nos ocupa ha sido recientemente
publicado en Actas Dermo-Sifiliográficas junto a otros dos por los compañeros
del Hospital Universitario Rey Juan Carlos de Móstoles, Nelly Román Mendoza y
Rocío Muñoz Martínez y del Hospital Universitario Infanta Elena de Valdemoro,
Inés Gonzalo González y Fco. Javier Vicente Martín. Como siempre, gracias por
compartirlos en el blog.
El diagnóstico es sencillo cuando el paciente nos explica la
situación. En el diagnóstico diferencial se incluyen complicaciones descritas
con otras drogas. Por ejemplo, el consumo de cocaína-levamisol se asocia a
lesiones destructivas de la línea media facial, complicaciones autoinmunes
(vasculitis leucocitoclástica, púrpura retiforme o dermatosis neutrofílicas).
En los puntos de inyección se pueden producir complicaciones infecciosas (abscesos,
celulitis, tromboflebitis) y no infecciosas (úlceras crónicas, esclerosis). El
mecanismo por el que se produce la necrosis no está claro y seguramente es
multifactorial, por vasoespasmo, embolismo de la sustancia, vasculopatía
trombótica o vasculitis.
Los autores concluyen diciendo que es posible que las complicaciones de este tipo de situaciones estén infradiagnosticadas, en parte por desconocimiento de los propios médicos y, en algunos casos, a la omisión de información por parte de los pacientes, por el miedo al estigma y a sentirse juzgados.
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