miércoles, 2 de noviembre de 2016

La dermatoscopia de un carcinoma basocelular no pigmentado

El carcinoma basocelular es el cáncer más frecuente del mundo mundial. Cada día lo vemos en nuestras consultas, con sus diferentes caras. En España se le calcula una tasa cruda de incidencia de 113 casos/ 100.000 personas-año (contando un solo tumor por persona y diagnóstico histológico). Pero al tratarse de un tumor que no siempre se confirma histológicamente (existen otros tratamientos no quirúrgicos, como la crioterapia, el imiquimod o la terapia fotodinámica, entre otros), se trata de un dato con toda seguridad infraestimado. Así, según otro estudio, la tasa de incidencia mediante criterios clínicos e histológicos fue de 253 casos/ 100.000 personas-año (con el posible sesgo que eso supone).

Afortunadamente, pese a su elevada frecuencia es un tumor cuya agresividad es principalmente local, siendo su capacidad metastásica anecdótica. Eso, unido a su lento crecimiento, nos proporciona bastante ventaja a la hora de atajarlo. Lamentablemente, no son pocos los pacientes que consultan o son derivados con tumores enormes que implicarán una morbilidad importante, de modo que el diagnóstico precoz y su correcta identificación es fundamental para evitar males mayores.
Por otra parte, una persona diagnosticada de carcinoma basocelular tiene un riesgo sustancialmente incrementado de desarrollar otro, hecho que debe ser tenido en cuenta de cara al seguimiento de estos pacientes. El riesgo acumulado en los siguientes 5 años después del diagnóstico en pacientes con al menos un carcinoma basocelular se encuentra entre un 41 y un 45%. Un estudio más reciente aún sugiere un riesgo mayor, y se estima que a los 3 años se incrementan por 10 las probabilidades de desarrollar una nueva lesión.

Imagen dermatoscópica de la lesión de nuestro paciente

Es bien sabido que el principal factor de riesgo de carcinoma basocelular es la exposición solar, sobre todo la exposición recreacional a edades tempranas, más aún en personas con fototipos bajos y en ubicaciones próximas al ecuador. Otros factores de riesgo conocidos son la exposición a radiaciones ionizantes, la contaminación por arsénico, los pacientes trasplantados, la infección por VIH y determinados síndromes genéticos (xeroderma pigmentosum, Bazex, síndrome del carcinoma basocelular nevoide).
Por eso, la principal estrategia para intentar disminuir ese riesgo se basa en una adecuada fotoprotección. Se estima (con modelos matemáticos) que el uso regular de una crema con FPS 15 durante los primeros 18 años de vida reduciría la incidencia de carcinoma basocelular en un 78%. Claro que trasladar eso a la práctica no es sencillo, y estudios en pacientes “reales” sólo mostraron una reducción de la incidencia de carcinomas epidermoides.

Clínicamente se han definido tres tipos de carcinoma basocelular: superficial, nodular y morfeiforme, pudiendo en ocasiones combinarse entre ellos. Además, como ya comentamos hace no mucho tiempo, estos tumores pueden contener cantidades variables de melanina, constituyendo los carcinomas basocelulares pigmentados, con sus correspondientes hallazgos dermatoscópicos tan característicos.
La mayor parte de las veces los encontraremos en la cara, lo que apoya el rol etiopatogénico de la radiación ultravioleta. El resto, en tronco y extremidades y sólo de manera excepcional (yo no he visto nunca ninguno), en zonas no pilosas, como los genitales.

El diagnóstico suele ser clínico en muchos casos, pero la dermatoscopia es de gran ayuda, sobre todo en lesiones pigmentadas. En los carcinomas basocelulares no pigmentados, los hallazgos dermatoscópicos se resumen en dos: las telangiectasias arboriformes y la ulceración.
La confirmación, histológica siempre que se pueda. Los carcinomas basocelulares nodulares y morfeiformes precisarán (en ausencia de contraindicación) tratamiento quirúrgico (o radioterapia, en algunos casos), con lo que dispondremos de un informe histológico que además nos dirá si la lesión está completamente extirpada. Los carcinomas basocelulares superficiales pueden ser tratados con otras alternativas no quirúrgicas, así que en muchos casos no dispondremos de esa confirmación diagnóstica.

En el caso de Elías la lesión fue extirpada en el quirófano, mediante un colgajo, confirmándose el diagnóstico de carcinoma basocelular nodular (lo teníamos bastante claro con la dermatoscopia). La cicatriz quedó razonablemente bien, el paciente contento, y de momento lo vamos siguiendo y haciendo revisiones cada 6 meses.

Y como ya estamos de vuelta en casa, el vídeo de hoy es de mi "roqueta", Mallorca a vista de dron.

Majestic Mallorca from Man And Drone on Vimeo.

2 comentarios:

  1. Rosa:
    Bienvenida otra vez al trabajo!
    Saludos!!

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  2. Como Médico de Familia, cada vez estoy más convencido de la utilidad del dermatoscopio en la consulta de Atención Primaria. La ayuda que proporciona al clínico en la valoración de lesiones cutáneas es de una utilidad similar al oftalmoscopio, el otoscopio o el fonendoscopio en sus respectivos campos.
    Sin embargo, ayer en una reunión del grupo de trabajo de Cirugía Menor del Servicio de Salud de Castilla La Mancha, cuando algunos proponíamos la necesidad de formar y poner al alcance del MdF esta técnica, la mirada condescendiente que recibimos por parte de los responsables de área del SESCAM y dermatólogos nos devolvió rápidamente a la realidad. Nos queda mucho camino por andar y tú, Rosa, llevas muchos años abriéndolo. Gracias

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